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Más impuestos y más tijeras

Las exigencias de la UE para ayudar a España a salir de la crisis provocada por el coronavirus

"Léanme los labios: no va a haber mayores impuestos", dijo en famosa y temeraria frase ante las cámaras George H. Bush, "el Viejo", cuando aspiraba a la presidencia del imperio hace cosa de treinta años. Al poco de triunfar con tan atractiva promesa, el ya presidente Bush no tardó ni unos meses en subir varias de las tasas que iba a congelar. Quizá sus votantes no eran gente ducha en la lectura de labios.

Esto de prometer para meter (el voto en la urna) es un clásico. También lo hizo en España Mariano Rajoy durante la campaña que le proporcionó una mayoría absoluta, de las que ya no se despachan. No hará falta decir que tuvo que desdecirse de lo dicho para hacer frente a una crisis económica de caballo que a punto estuvo de forzar la intervención de España por sus acreedores.

No es que los políticos mientan por gusto, aunque de todo habrá en la viña del Congreso. Simplemente, la realidad acaba casi siempre por laminar los más optimistas programas, obligando a los candidatos a hacer cosas desagradables para el pueblo.

Ahora es Pedro Sánchez el que anuncia una subida de impuestos a los ricos que, por lógica, va a afectar a todas las tasas, incluyendo aquellas -como el IVA- que gravan a la ciudadanía sin distinción. En su caso no hay gran engaño, dado que en ningún momento había prometido bajar la carga tributaria. Sí que había dejado claro, en cambio, que jamás metería la tijera a los presupuestos, para diferenciarse de sus oponentes conservadores que multiplicaron los recortes. Mucho es de temer que también Sánchez tenga que decir digo donde dijo Diego.

Si ya antes de la epidemia era complicado no hacer ahorros para contener el déficit, la irrupción del coronavirus plantea una situación tan peliaguda que difícilmente permitirá mantener el gasto. Es la realidad, a menudo tan inoportuna, la que obliga a sacarle más cuartos al contribuyente a la vez que se le recortan sus derechos y prestaciones.

Tanto da que la UE le eche una mano, con cierta desgana, a los países del sur menos preparados para afrontar un golpe como el que les ha dado el bicho. La experiencia nos ha enseñado que todo préstamo, aunque sea en condiciones ventajosas, trae consigo una cohorte de exigencias del prestamista.

Muy a su pesar -y al de todos los españoles-, el Gobierno de izquierda tendrá que adoptar algunas de las medidas tradicionalmente consideradas de derecha, so pena de que la UE se enfade. Ya lo hizo en su momento Zapatero, que en plena crisis de 2008 ejercía de rey mago dispensador de cheques-bebé, cheques-alquiler y hasta cheques-voto a 400 euros la pieza. Bastó un telefonazo de Merkel para que el dispendioso presidente les bajase un cinco por ciento el sueldo a los funcionarios y les congelase la pensión a los jubilatas. De un día para otro.

Sánchez afronta ahora un dilema parecido entre hacer lo que dijo que no iba a hacer y la presión de los prestamistas para que lo haga. Y lo peor del asunto es que esta crisis tiene mucha peor pinta que la de doce años atrás. Solo queda abolir la realidad y el virus por Real Decreto para no meter tijera al Estado del Bienestar. No parece que Merkel, de guardia durante los próximos seis meses en la UE, esté por esa labor.

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