La caída de una niña a un canal del parque de Isabel la Católica debido al mal estado de una valla levantó hace apenas tres semanas una intensa polvareda política y social acerca de la falta de conservación de uno de los principales pulmones verdes de la ciudad y el más emblemático de todos ellos, tanto por su patrimonio artístico como por el simbolismo que guarda para los gijoneses. Este enclave, situado a dos pasos de la playa de San Lorenzo y colindante con el estadio de El Molinón, es mucho más que el último reducto de las marismas que durante siglos flanquearon la desembocadura del río Piles. Es un lugar de esparcimiento por el que han pasado miles de vecinos y visitantes de varias generaciones y un indiscutible referente para la ciudad, como espacio que dota de calidad de vida a sus habitantes y como atractivo turístico. De ahí que el abandono que sufre desde hace más de una década sea un insulto institucional a la memoria colectiva.

Ni siquiera la asfixiante crisis económica recién iniciada es razón suficiente para que el Ayuntamiento se desentienda de un plan que devuelva a la vida a los jardines y caminos que forman el parque, inaugurado en 1947 y "rellenado" después con creaciones de diferentes estilos, que le han dotado de un aire ecléctico y mayoritariamente aceptado y respetado. Tras ocho años de olvido por parte del gobierno de Foro, la actual coalición del PSOE e Izquierda Unida anunció al principio del actual mandato que tomaría cartas en el asunto para darle a Isabel la Católica el esplendor perdido. En esa línea, se dio a conocer una notable inversión de 1,7 millones para regenerar el estanque principal. Y también se anunció que se acometerían medidas para limpiar y reconstruir muchos de los elementos emblemáticos que el paso del tiempo ha degradado, como estatuas, jaulas y rosaledas. Pero el coronavirus ha cambiado, lógicamente, algunas de las prioridades. Y todas esas promesas han quedado ahora en el aire, a pesar de que la alcaldesa, Ana González, señaló recientemente que tratará de destinar durante los próximos tres años inversiones significativas, aunque sea con financiación privada.

Está claro que nadie puede afirmar que la conservación de un parque en el contexto económico y social que atraviesa la ciudad sea una prioridad absoluta. Pero igualmente resulta difícil consentir que Isabel la Católica, que genera riqueza directa e indirecta por sus cualidades históricas y culturales, languidezca durante más tiempo sin que las autoridades municipales pongan una solución sobre la mesa. Para ello, hace falta un plan claro y conciso, con plazos y dineros. Mirar para otro lado es jugar con el pasado, el presente y el futuro de los gijoneses. En ese trozo sin urbanizar se reencuentra cada día la ciudad entera.