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Tino Pertierra

SOLO SERÁ UN MINUTO

Tino Pertierra

Un rito de socorro

Victoria: "Algunos matrimonios son un rito de socorro. Basta con fijarse un poco: dos extraños atrapados en una cápsula transparente en la que vegeta, al borde mismo de la asfixia, una convivencia que tal vez sobrevive únicamente por la respiración asistida de las convenciones, del qué dirán, del y qué hago yo ahora si rompo la baraja. Del miedo a la soledad que no se comparte.

Escucha esos ritos silenciosos que recorren el mundo: esas parejas de mirada perdida y gesto esquivo que se cobijan en las calles para matar el tiempo sin atreverse a levantar la voz ni la vista, o peor aún, esas parejas en las que él va escuchando el fútbol por la radio y ella va escuchando los latidos de su tedio sin tregua. Suenan en los bares y cafeterías: dos cuerpos de aliento ya desconocido, ocultos tras los burladeros de papel de un periódico o una revista, o abandonados en la isla desierta del limón que agoniza en la bebida, sin nada que llevarse a los labios. Nada de nada.

Suenan en las casas: muros invisibles separan las pieles y simas sin fin impiden el contacto entre dos mentes que un día tuvieron algo en común y que ahora comparten techo por rutina, por miedo, por conformismo, por intereses o por pereza. No es fácil taponar las hemorragias que desangran la convivencia. A veces, muchas veces, resulta imposible porque la herida es demasiado grande y la venda demasiado pequeña. En esos casos se impone la amputación para impedir que la gangrena se extienda a todo el cuerpo. Lo sé y no lo hago. A estas alturas no esperes que me haga reproches. No soy de esas personas que sufren el síndrome Calimero y gimotean en cuanto un problemilla, que a veces ni siquiera alcanza la categoría de molestia, se empieza a dibujar en el horizonte. Es increíblemente fácil presentarse ante los demás como víctima eterna de un destino feroz y perverso. Mi matrimonio es un fracaso. Vale. Culpa suya, culpa mía. Lo lamento pero ya no sufro. Me conformo, y a punto estoy de resignarme, pero no por eso me considero una desgraciada. Mi fracaso me pertenece y no lo comparto con nadie. Ni siquiera con mi marido, que dice verme feliz".

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