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CLAVE DE SOL

Salvar lo que se pueda

Un conflicto mal planteado y peor resuelto

Resulta que a estas alturas, para algunos de nosotros de muy largo recorrido, se nos desequilibra cuanto creíamos estable y duradero. Las costumbres, el género de vida, el estudio, el trabajo, la esperable normalidad de la condición humana y su relativa seguridad. Creíamos haberlo visto casi todo y que no volverían los grandes males de un pasado remoto.

Muchas décadas después de nuestra lejana infancia de posguerra, han vuelto las colas delante de los comercios, la precariedad laboral, las dificultades económicas, las cautelas para evitar contagios de males corporales, los prejuicios políticos, la beneficencia parroquial, ¡el paro! Evitemos hoy considerar los aspectos morales. Creíamos haberlo visto todo y los problemas vuelven, no sé si decir que corregidos y aumentados.

Con ser todo esto malo, no ha sido lo peor. Lo trágico, lo dramático, lo injusto, lo arteramente convertido en un innominado baile de cifras sin otro sentido que la cantidad, ha sido el sacrificio humano de millares de vidas sin ponerles caras, ni nombres, ni apellidos, ni historias personales.

Familias rotas por muertes inesperadas, gentes de todas las edades, ancianos olvidados, facultativos muertos por asistir a los infectados. Y todo esto manejado por un sectarismo político de aluvión, trufado de ambiciones personales y de radicalismos protagonizados por algunos veteranos del secesionismo violento. Una mezcolanza política de izquierda radical e independentismos al acecho.

Cóctel que no representa en absoluto la auténtica realidad política del conjunto de España. Y aún menos si se tiene en cuenta el claro intento permanente de ningunear al rey y desprestigiar la Monarquía. Sin olvidar la caza de brujas contra la prensa no adicta. La voluntaria ausencia del presidente del Gobierno al funeral de Estado en La Almudena ha de interpretarse como una clara ofensa a los muertos y a sus familias, ya no digamos a la Iglesia que algo representa en España y en el mundo.

Es claro que la pandemia estuvo mal gestionada y que el tratamiento a las víctimas ha sido frío y distante, meras cifras discutibles e inmisericordes. Y todo en un momento en el que avanzan los radicalismos más disgregadores y la falta de libertades propia de una explosiva mezcla de separatismos y extremismos de izquierdas.

No quisiera cargar las tintas, pero este panorama no tendrá arreglo con componendas y figuras de confitería juvenil sin otro bagaje que un título académico y buenas intenciones que necesitan madurar. La sensatez, si es que alguna queda, tiene que unirse para salvar lo que se pueda.

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