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Un líder en la sombra y un lastre

Preferencia por la continuidad y desafíos para todos los partidos

Desde que se publicara la única y archifamosa novela del noble siciliano Giuseppe Tomasi, siempre que se habla de "gatopardismo" o "lampedusiano" es haciendo referencia a un proceso político por el que todo cambia con la intención de que finalmente todo siga igual. Los detractores de la transición democrática consideran que la genial idea explica lo ocurrido en España a la muerte de Franco con la misma lucidez con que el príncipe de Lampedusa comprendió la consecuencia última de la unificación italiana. Habría que buscar un antónimo que resumiera en una palabra el efecto opuesto, que se produce cuando un cambio incipiente se camufla bajo la aparente quietud de las cosas. Conviene utilizar la lupa para ver mejor lo que puede esconderse tras el escrutinio electoral de la noche anterior. Aunque solo ha votado algo más del 6% del censo estatal, y Galicia y el País Vasco tienen cada una vida política propia y distinta a la española, por lo que cualquier extrapolación debe hacerse con mucha prudencia, los datos parecen estar indicando con claridad los movimientos que están realizando algunos sectores bien definidos del electorado.

Los votantes gallegos y vascos han manifestado mayoritariamente su preferencia por la continuidad de sus respectivos gobiernos. Que el PP vaya a gobernar en Galicia y el PNV en el País Vasco no es una novedad y no ha sorprendido a nadie. El éxito de ambos partidos, no obstante, alcanza rango histórico y merece una explicación diferenciada porque obedece a estructuras sociales y sistemas de partidos específicos. Los resultados, en todo caso, no introducen variaciones de importancia en la política interna de ambas comunidades autónomas. Sin embargo, hay tres datos al menos que sí están teniendo ya un impacto en la política nacional. Uno es la esfumación de Podemos en Galicia y su desplome en el País Vasco. Otro es que el voto fugado de Podemos tenga como únicos receptores a los partidos nacionalistas de izquierdas, que han registrado los mayores avances, desechando la opción del PSOE. El tercero es el contraste de la victoria del PP en Galicia, atribuida íntegramente a Feijó, con su derrota en el País Vasco, imputada por unanimidad a un grave error estratégico de Pablo Casado. Junto a estos, es destacable también, a pesar de que está pasando desapercibido, el hecho de que Ciudadanos se quede sin votantes en las dos autonomías en el estreno electoral del liderazgo reversible de Arrimadas.

Para conducirse en los próximos meses a través de la política española habrá que tener en cuenta estos datos. El gobierno de Pedro Sánchez tiene un socio maltrecho, que ha perdido su guión y está sumido en el caos organizativo. Las elecciones del domingo traen para él malos presagios. Podemos se convierte en una carga pesada para el ejecutivo, que queda a expensas de unos partidos soberanistas crecidos. El PSOE se enfrenta al peligro de hundirse con dos partidos, Podemos y Ciudadanos, que tratarán de abrazarse al gobierno para sobrevivir, pero que lo debilitan. Por otra parte, el PP tiene su problema. Los resultados agudizan la duda existencial que lo atenaza desde la dimisión de Rajoy sobre su identidad y la posición que debe ocupar en la política española. Feijó ha obtenido una rutilante victoria con un discurso, un estilo y una táctica alejados de la línea trazada por Génova. El PP tiene desde ayer un líder en la sombra, sólido y consistente, en sintonía con amplias capas del electorado, asociado a los triunfos, que en su discurso de celebración declaró el firme propósito de contribuir a la gobernabilidad de España, palabras que no deben caer en saco roto viniendo de quien vienen. Su presencia es un desafío para Pablo Casado y se dejará notar en la actuación del PP.

Es tentador precipitarse en las conclusiones, pero las siguientes elecciones generales están lejos y la situación de partida de los principales actores en la política nacional es otra. Mientras llega el momento de contar papeletas otra vez, tendremos tiempo para averiguar si Feijó ha decidido disputar el liderazgo del PP, cuál será el destino de los votos perdidos por la izquierda española y qué relación quiere mantener el PSOE con sus aliados y competidores soberanistas. En Galicia y el País Vasco no ha cambiado nada, pero todos los partidos de ámbito estatal digieren los resultados que ninguno puede festejar pensando hacia dónde orientar sus pasos en el otoño.

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