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LNE FRANCISO GARCIA

BILLETE DE VUELTA

Francisco García

Médicos de familia

No es de justicia que algunos usuarios de la sanidad pública se acuerden estos días, de boca o por escrito, de la madre de su médico de familia, profesional intachable en la mayoría de los casos que desde su consulta procura resolver las dolencias de sus pacientes por vía telefónica siempre que sea posible, limitando al máximo la presencia ambulatoria. Solo hay un lugar donde los contagios puedan expandirse como en una discoteca de Magaluz: las salas de espera de los centros de salud.

A los médicos de atención primaria se les obliga ahora al más difícil todavía, a diagnosticar sin ver al paciente, a someterlo a un interrogatorio y a rezar para no equivocarse. En mi pueblo, de niño, había un doctor, don Francisco, que solo con mirarte a la cara sabía si estabas exagerando las anginas para escapar del colegio o si ese dolor de barriga eran gases o un aviso de apendicitis. Ahora al paciente no se le ve y en ocasiones apenas se le oye.

Algunos facultativos están atendiendo entre cincuenta y setenta llamadas de usuarios al día, en horario de ocho a tres que a veces se alarga hasta las cuatro o las cinco. Además, soportan el martirio de protocolos que cambian cada quince días. Al principio de la pandemia fueron también los más expuestos: ellos se ocuparon de la detección de enfermos y del filtrado. Fue una pelea dura, física y mentalmente.

Los usuarios vamos a tener que acostumbrarnos, a partir de ahora, a acudir al hospital o al centro de salud lo mínimo imprescindible; a recurrir con más frecuencia a la vía telemática para recibir atención médica. Es cierto que los pacientes de mayor edad tendrán mayores dificultades para acostumbrarse a la nueva situación. Con ellos tendrán que hacer los médicos de familia un mayor ejercicio de paciencia y empatía.

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