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La reinfección, el hecho social total

Por la calle del medio, entre Hobbes y Durkheim

Basta con asomarse a la calle para contrastar por observación participante los desencadenantes de las leyes de naturaleza hobbesianas, a saber, competición, desconfianza y gloria. El principio malthusiano ya aclara lo de la competición, sintetiza desde la mentalidad frugal de quienes sueltan mal los euros para la reconstrucción europea hasta los que se empeñan en enfrentar a jóvenes y ancianos ante la escasez de recursos -la culpa del paro juvenil la tienen las pensiones, se argumenta buscando votos debajo de las piedras-.

La segunda, la desconfianza, renace el 14 de marzo de 2020 con el estado de alarma. Parecía que el positivismo de Émile Durkheim permitía sobreponernos a un sinfín de hechos sociales heredados cual carga genético cultural del siglo XX cuyos episodios se tasan por décadas a cual más lacerante incluidas las dos guerras a las que se adelantaba Hobbes con su bellum ómnium contra omnes. Ese aprendizaje significativo al que alude el autor del "Leviatán" en su estudio del hombre parece no hacer mella en estas segundas partes de la pandemia, no aprendemos de la experiencia, incluso con la desconfianza que nos precipitó al contrato social formando estado para imponer la moral que individualmente rechazaríamos.

Y es que el derecho natural al que recurre Hobbes es el de la libertad individual, pero frente a sus frases preferidas, de guerra de todos contra todos o el hombre es un lobo para el hombre, se desprende la revitalización de la infección por covid-19 por abusar precisamente del libre albedrío que no de la libertad.

Por último, la reputación o gloria es la que nos inclina a abrazarnos, a rechazar de facto esa distancia social a que obliga la desconfianza. Mientras Durkheim externaliza al individuo del hecho social eximiéndole, Hobbes lo tiene claro y es la fama o gloria la que nos pierde, abrazándonos por solidaridad mecánica en nuestro círculo social más próximo, bien en forma de romería, verbena o ritual con el que ahogar más de una pena devenida por la desconfianza al amparo de la competición. La calle es fiel reflejo de cómo batir récords, véase el fenómeno terraza, no ya las ofertadas por inmobiliarias equivalentes a un patio penitenciario, las de establecimientos que compiten por superficies en la acera.

El individuo, que no la sociedad, busca la gloria debiendo recurrir a un tercero en discordia para desempatar, a la antropología de Marcel Mauss y el hecho social total para dirimir las causas de este caos consentido cuando la curva pandémica estaba doblegada, la gloria nos devuelve la desconfianza. Adormecida la competición, fiel reflejo de la crisis sobrevenida, la bestia -el bicho- se despierta esperando que el positivismo de Durkheim resuelva el problema, sin embargo el Leviatán de Hobbes es el que tiene la sartén por el mango doblegando al individuo hasta conseguir que enferme todo el rebaño, la totalidad.

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