Nada volverá a ser igual en el Muro dentro de 40 días. El popular paseo que corre paralelo a la playa de San Lorenzo, transitado habitualmente por miles de vecinos y visitantes, experimentará este verano su mayor transformación en décadas, cuando concluyan las obras iniciadas ayer para cerrar definitivamente al tráfico de vehículos a motor tres de sus cuatro carriles. Los dos más próximos al arenal estarán destinados a peatones y al otro lado de la mediana habrá uno que será de uso exclusivo para bicicletas y patinetes. Los coches tan solo podrán circular, desde el cruce con Capua, por el que se encuentra junto a las viviendas y en dirección a la avenida de Castilla, salvo un pequeño tramo entre las calles Canga Argüelles y Menéndez Pelayo que tendrá doble sentido para facilitar los giros. La remodelación no será ni costosa (poco más de 200.000 euros), ni prolongada en el tiempo (mes y medio), ni conllevará unos trabajos muy sofisticados (no habrá ni siquiera movimientos de tierra). Pero sí provocará un cambio sustancial en la circulación no solo de esta concurrida zona, sino de todo el centro y el este de la ciudad. Parte de la oposición ha puesto el grito en el cielo. Y muchos gijoneses muestran estos días sus recelos o su rechazo al proyecto que está a punto de hacerse realidad, hasta el punto de que ha surgido una plataforma ciudadana que ya ha recogido 4.000 firmas para frenarlo y que advierte de movilizaciones.

Aunque la semipeatonalización del Muro se empezó a aplicar a modo de prueba al final del confinamiento con el corte de dos carriles, aún es pronto para conocer con precisión las consecuencias que tendrá para el tráfico, porque estos meses han sido un espejismo debido a la reducción de la movilidad. La lógica invita a pensar que los conductores que quieran transitar desde los barrios del Este hacia el centro recurrirán a la avenida de La Costa, una vía habitualmente colapsada y que estrenó hace casi tres meses el primer ciclocarril de la ciudad, que da prioridad a los ciclistas, ralentizando el paso de los coches. El gobierno local alega que pretende concienciar a los vecinos de que dejen el coche en casa, por lo que resta importancia a los posibles atascos que se puedan producir, que más bien considera un desincentivo en favor de su propósito. Pero a nadie se le escapa que este cambio de mentalidad no llegará de la noche a la mañana y que, mientras tanto, las principales arterias sufrirán colapsos frecuentes, con el consiguiente aumento de la contaminación.

Lo que no ofrece lugar a dudas es que la inminente transformación del Muro pone fin a años de debate en torno a este eje fundamental, con propuestas como la ampliación de aceras para favorecer a los establecimientos hosteleros, el soterramiento del tráfico o la eliminación de la mediana. Y también ha quedado claro que esta actuación se ha convertido en el paradigma de la "movilidad táctica" que el Ayuntamiento practica desde el principio de este mandato para favorecer al peatón y al ciclista. La coalición del PSOE e Izquierda Unida se juega buena parte de su crédito con estas políticas.