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Camilo José Cela Conde

Falsificaciones

El fetichismo en el coleccionismo de arte

Un banco de la cripta de la colonia Güell diseñado por Gaudí se ha quedado sin vender en la subasta de Bonhams (Nueva York) pese a que, hace años, las salas Christie's y Sotheby's habían colocado piezas idénticas a precios monstruosos, de cerca de 400.000? cada una. La razón que se aduce por la venta fallida de ahora no tiene nada que ver con el covid-19 sino con otro virus, mental esta vez: el de las dudas sobre la autenticidad del banco. Cosa en verdad compleja puesto que ninguno de los muebles, ni los que han ido a subasta, ni tampoco los que se conservan aún en la cripta, salieron de las manos de Gaudí: el arquitecto se limitó a diseñarlos encargando su manufactura a un carpintero de la localidad de Santa Coloma de Cervelló. Los expertos dudan acerca de cuántos bancos se hicieron en realidad e incluso de cuándo llegaron a tallarse las réplicas encargadas por el párroco de la cripta, en vida de Gaudí.

Hablar de originales y réplicas resulta complicado en casos como éste habida cuenta de que el autor, Gaudí, no puso sus manos ni en unos ni en otros. Es lo que sucede cuando una obra de arte puede multiplicarse; antes, con las pinturas al óleo -o mediante la técnica que fuese- las falsificaciones sólo podían ser copias de cuadros existentes o lienzos de nuevo cuño "a la manera de", siguiendo el estilo de su pretendido autor. Siguen ofreciéndose en las subastas que se celebran por internet supuestos cuadros de Pollock a unos precios ridículos de salida cuando se conocen en la práctica todos los lienzos que hizo el pintor, cuestan un disparate y hasta ha salido, no recuerdo en qué universidad, un algoritmo para medir fractales que es en teoría capaz de decidir si una pieza es original de Pollock o se trata de una imitación.

Pero con las obras de arte seriadas, como es el caso de las litografías, serigrafías y aguafuertes, resulta mucho más difícil distinguir lo legítimo de lo falso. Dado que en la práctica se pueden imprimir muchos más ejemplares que los que avaló, numeró y firmó el autor, la pillería está servida. En particular a la hora de añadir la firma a lápiz a una litografía, por ejemplo, que en principio sólo lleva la estampada por la plancha. Son de sobras conocidas las obras gráficas de Dalí y de Francis Bacon sobre las que existe todo tipo de sospechas acerca de quién puso la firma final.

Cosa que pone de manifiesto el carácter fetichista del coleccionismo de arte. ¿En qué se diferencia la belleza de un aguafuerte idéntico a otro y con la única diferencia de que la firma, también igual, puede haber salido de dos manos distintas? Mis padres me legaron un cuadro soberbio de Chagall pintado en realidad por Manuel Viola en el que el propio Chagall estampó a grandes trazos "C'est un faux"; "La signature est fausse". Con la acusación salida de la mano de Chagall, me parece incluso más hermoso aún.

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