Virginia: "Mi examiga Lorena solía decir: todas somos acreedoras de nosotras mismas. Lorena era muy exigente consigo misma y con el resto de la gente, y creo no equivocarme si digo que yo fui una de las personas a las que dio más oportunidades hasta cansarse y zanjar el asunto con un 'fin de la historia, ya no confío en ti'.
Al principio me dejé cegar por el orgullo y no di importancia a la pérdida, ahora estoy convencida de que perder una amiga así fue uno de los mayores y más estúpidos errores de toda mi vida. Y tengo muchos pidiendo ser los primeros, vaya que sí. Cuesta más encontrar una afinidad que perder un enemigo. Yo soy buena limando tiranteces y llegando a acuerdos con gente que me ha hecho daño, o a la que yo he dañado, pero soy torpe y poco tenaz cuando se trata de encontrar a alguien con quien me apetezca tener un vínculo especial.
Si eso me pasa con las amistades, ni te cuento lo que me sucede con los amores. Reconozco que ya he olvidado el sabor de los besos que no se olvidan. Los que se grapan a la memoria y permanecen en ella para siempre, o para mucho tiempo. Mi arcón de besos que perduran está un poco roto después de mi último fracaso amoroso, el mismo que Lorena me desaconsejó porque estaba segura de que llevaba la etiqueta fracaso pegada. Qué razón tenía ella y cuánto me molestaba que la tuviera.
Cinco años ya. Cinco y dos meses y cinco días, para ser exactas. Lo que vino después no merecía el gasto de una sola neurona para recordarlo. Chatarra. Catástrofe que añoro, y por añorarla me molesta más aún coincidir en el diagnóstico con Lorena. Tengo una explicación: las personas más frágiles como yo son las que piensan que son invulnerables. Eso significa que tal vez eviten las rocas durante bastante tiempo, pero finalmente te estrellas contra ellas y los daños son mucho mayores porque no estás prevenida, no te lo esperabas, no te incluías en el grupo de alto riesgo y contraes una deuda contigo misma que nunca vas a saldar".
