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No lloran por ti, Cayetana

De la importancia del acento en política

Más allá de las razones políticas por la que un partido se calza a su portavoz en la cámara baja por una simple entrevista o desacato a la autoridad, detrás de la defenestración de una brillante parlamentaria hay otras razones que escapan al estruendoso ruido mediático.

Doña Cayetana no era un verso suelto sino una estrofa atragantada para sus propios compañeros de partido, la envidia no se resiste, la xenofobia acecha.

"Los hijos no somos responsables de nuestros padres" ha sido la frase más fulminante del cese de una diputada elegida democráticamente, no tanto la desproporcionada atribución entre ser descendiente de un marqués o ser hijo de un exmilitante del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota, eso se libra en un juzgado y punto.

La lengua vernácula de doña Cayetana, pese a su brillantez parlamentaria, currículo vitae y dominio de idiomas ha sido el verdadero motivo de la defenestración inoculada tras ser catapultada por don José María, renegara de don Mariano y rescatada por don Pablo Casado.

En las portavocías ni el grácil acento sevillano de doña María Jesús Montero, ministra y portavoz del Gobierno, ni la flemática comparecencia del señor ministro de Sanidad, cuya musicalidad catalana pone puentes al resto nacional, son equiparables al galleguismo atribuido en Argentina a los españoles, todos somos gallegos por defecto.

Doña Cayetana inclinó la balanza hacia el señor Feijóo, cuya centralidad llama al orden y a mantener las formas. En España se es argentino como en Argentina ser gallego, al cambio peyorativamente cuasi despectivo para la asignación foránea de aquel que no reconocemos como propio. El acento de Álvarez de Toledo fue determinante en su exclusión.

"Busqué ser libre, pero jamás dejaré de soñar" recita la ópera "Evita", pero doña Cayetana, queriendo ir por libre, olvidó que su acento minaba desde el principio su proyección política, cuyos discursos se echarán en falta en los anodinos rifirrafes del Congreso español. No llores por mí, Argentina, no lloran por ti, Cayetana, por no aceptar vivir en lo gris que entona el verso libre de tu canción.

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