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Centenario olvidado de Miguel Delibes

El necesario recuerdo de un maestro de la literatura

No tengo la certeza, aunque quizás no ande demasiado errado, al afirmar que la historia y el recuerdo, en muchas ocasiones, sea ingrato con personajes que, por derecho propio, merecen estar encasillados en el apartado de inolvidables. Personas pertenecientes al ámbito científico, pictórico, literario?, de los que hemos heredado una imperecedera obra. En este caso me refiero a un mago del lenguaje, a un inigualable retratista del paisaje, al evocador del mundo rural castellano del que apenas quedan huellas, al más destacado ejemplo de la literatura realista española, naturalista, novelista, periodista, ensayista, viajero, cazador, pescador, ecologista "Todo cuanto sea conservar el medio es progresar; todo lo que signifique alterarlo esencialmente es retroceder"

Efectivamente, no van descaminados, me refiero a Miguel Delibes (17-X-1920?12-X-2010). El próximo mes de otubre se celebra el centenario de su nacimiento en Valladolid y a la vez, es casualidad, el décimo aniversario de su fallecimiento en el mismo lugar. Él mismo relata que como escritor y cazador murió en Madrid, víctima de una operación. "Perdí todo: hematíes, memoria, dioptrías, capacidad de concentración? En el quirófano entró un hombre inteligente y salió un lerdo. El cazador que escribe se terminó al tiempo que el escritor que caza; incapaz de abatir una perdiz roja ni de escribir una cuartilla con profesionalidad". Fueron setenta y ocho años fructíferos literariamente, que le permitieron terminar "El hereje", por ello, en lugar de quejarse amargamente le dio gracias a Dios.

Podría ser, aunque no estoy muy de acuerdo con lo que algunos aseveran: "sus personajes son su biografía", ya que como por arte de magia va creando seres insólitos entre campos yermos, pueblos polvorientos, pobres, tristes, bajo un sol de justicia o un ambiente helador siempre integrados en la naturaleza y, a la vez, títeres de ella. Digo esto último porque el paupérrimo porvenir de sus habitantes siempre depende de los caprichos meteorológicos de la estación correspondiente; por otra parte, narrados con tal singularidad que, en ocasiones, aunque estés confortablemente sentado en el salón de casa puedes llegar a sentir las amarguras del clima castellano. Prueba de ello son las escasas ocasiones en que el argumento transcurre alejado de él.

Ni es lugar ni dispongo de espacio para hacer una reseña, por breve que esta sea, de su extensa producción literaria. Dentro de ella hemos de resaltar dos temas presentes en gran parte de sus novelas: por una parte, su deleitación contemplando el paisaje, con el que mantiene una actitud cómplice cuando pierde la mirada entre cerros alicortos y desolados, o la desliza por yermas laderas en las que peonan bandos de perdices, zurean las torcaces o corre despavorida la liebre al paso en mano de la cuadrilla y el latir de los perros tras ella.

Otro hito importante en su obra son los niños, en los que sin duda recrea retazos y vivencias de su propia niñez y los convierte en protagonistas. En su primera novela, "La sombra del ciprés es alargada" ya destacan los dos pupilos de don Mateo: Pedro y el malogrado Alfredo. Daniel, el Mochuelo y Roque, el Moñigo en "El Camino". Quico, en el "Príncipe destronado"; Senderines, en "La mortaja". Incluso, el tonto Azarías, el de la deliciosa "milana bonita", tal parece un niño que Delibes disfraza de adulto.

Aunque el que se lleva la palma es "el Nini", el niño sabio de "Las Ratas": "todo lo sabe. Parece Dios". Y es cierto; en naturaleza, sembrados y climatología merece sobresaliente. Sobre estas tres cuestiones los hombres del pueblo continuamente reclaman su opinión. Por el contrario, no le pregunten qué es un carburador.

"Las ratas", novela en la que Delibes se adelanta a preconizar la desertización de los pueblos y sus consecuencias, en mi opinión, es su narración más lograda. Las inolvidables conversaciones entre el tío Ratero y el Nini a la puerta de la cueva, lóbrega como boca de lobo, en la que viven más que felices junto con su perra Fa, y de la cual Justito, el alcalde, pretende desahuciarles. Viven libres gracias a la caza de ratas que venden como alimento en el pueblo y?, no les cuento más. Lo mejor que pueden hacer por su salud es leerla. ¡Cómo la van a disfrutar!

En un par de meses se cumple el siglo de su nacimiento y, por lo que observo en los diferentes medios, casi nadie se acuerda de este maestro del mejor hacer literario, creador con palabras del único e irrepetible museo etnográfico, humano y geográfico de Castilla la Vieja. Seamos justos con su memoria.

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