Dice una popular máxima que cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo espanta moscas. Hay que suponer que exista el diablo y que, de hacerlo, posea cola, aparte de que el lugar en el que more haya moscas, pero démoslo por bueno: a nuestros fines viene bien. Recordamos este aforismo porque a un concejal forista, a falta de mejor ocupación opositora, se le ha ocurrido como gran aportación a la mejora de la vida colectiva una idea revolucionaria: sincronizar la hora de todos los relojes existentes en la ciudad, sean de propiedad pública o privada. Hoy en día, no sería encomienda demasiado difícil. De hecho, casi el ciento por ciento de los telefonillos móviles, tabletas, ordenadores y demás dispositivos digitales conectados a internet marcan, prácticamente al segundo, la misma hora y hasta cuando toca el cambio estacional de la hora, hacia adelante o atrás, efectúan automáticamente la operación, es decir, la población porta, sin percatarse de ello, prácticamente la misma hora consigo. Felicitemos, pues, al forista concejal señor Pelayo Barcia, que ese es y no otro el autor de la imaginativa iniciativa, y regocijémonos en que alguien procure que todos los gijoneses vayamos al mismo compás.

La cosa es que, a pesar de que esté al alcance de todos, llevar a una la misma hora, los grupos municipales entre sí -gobernantes y opositores- y todos ellos con la ciudadanía no llevan la misma hora en sus preocupaciones. Por ejemplo, a poquísima gente le preocupaba la ordenación circulatoria del Muro y sin embargo al alcaldín de coches y humos, bien apoyado por la gentil dama parachutista, importada de Carbayonia para gobernarnos -y conviene no olvidarlo, aunque haya a quien le parezca reiteración-, se le ofreció agitar la colita y organizar el gran zafarrancho de un cambio no deseado. Otro concejal ocioso decidió que, de tener que hacerlo, nada mejor que la temporada veraniega para espantar a golpe de rabo otro buen puñado de dípteros.

Hay ejemplos de acciones del mismo tipo, como la de intentar contentar a los sindicatos de empleados de fundaciones municipales que quieren dar otro pasito más para acercar a la categoría funcionarial a sus afiliados y por ello, aunque de momento los actuales trabajadores nada adelanten, presionaron y consiguen que se tenga en cuenta el propósito de disolver fundaciones y patronatos para que sus funciones dependan directamente del organigrama municipal. Cuentan los sindicatos con el hecho biológico: jubilados los actuales empleados serían sustituidos por nuevos funcionarios, no por otros empleados. Y todos tan felices; pero hasta ahora, la villa y su fabril y al tiempo pintoresco concejo padece una de las peores corporaciones de los últimos cuarenta años.