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Muro y lamentaciones

El futuro peatonal indiscutible del paseo marítimo y las formas de abordarlo

Antes de la inauguración del "Elogio del Horizonte", el Ayuntamiento de Gijón planeó urbanizar el entorno para guiar el flujo de visitantes. Cuando Eduardo Chillida lo supo, pidió que no se hiciera. Quería que las personas fuéramos abriendo caminos sobre la yerba con nuestros pasos. Así dejaríamos escritos sobre el suelo nuestros verdaderos deseos y formas de mirar.

He recordado al artista donostiarra al pisar por primera vez el asfalto coloreado ganado a los coches -por tanto, ahora peatonal- en el Muro de San Lorenzo. Lo he paseado de cabo a rabo con sensación de trasgresión: hace nada rodaban por él los neumáticos de mi coche.

El Ayuntamiento nos ha abierto ese camino extra para que lo disfrutemos. Pero nuestro disfrute está en el abierto al mar. Ahí irán nuestros pies, ése sí es un paseo. El nuevo es sólo un tránsito, encajonado y limitado por una barrera visual que dificulta el acceso al objetivo último: el Cantábrico.

Entiendo que el Ayuntamiento, agobiado por las multitudes postconfinamiento y los conatos de atropello entre paseantes, corredores, patinadores y ciclistas, ha querido poner orden con una intervención de urgencia. Pero el cuello de botella de gentes cesó con las franjas horarias y ahora queda una solución a medias que hasta precisa mapa conceptual para entender quién tiene derecho exactamente a qué en cada vía.

Tiene razón el equipo de gobierno en que el futuro de nuestro paseo marítimo es peatonal. Hemos de ir haciéndonos a la idea, ganaremos como peatones aunque perdamos como conductores. Cierto también que tuvo sus razones para liarse la manta a la cabeza en este cambio contrarreloj. Pero ni ha sido la forma ni el momento ni -lo más significativo- parece dar el resultado deseado.

Difícilmente se conseguirá que los paseantes transitemos el carril encajonado salvo que se ponga también ahí a sufridos serenos a desviar por decreto el flujo de quienes queremos ver, oler el mar, asomarnos a la barandilla, admirar?

Quizás hubiera bastado crear un espacio diferenciado de corredores y personas sobre ruedas para que el paseo siguiera siendo de los paseantes. Y, si se desea y se tiene empuje, abrir diálogo, estudio y mentalización colectiva para avanzar en la peatonalización del Muro. Resistencias surgirían, claro, pero nos habríamos ahorrado estos lamentos, incluidos los del propio equipo de gobierno, al que presumo queriendo dejar su sello en la ciudad y ahora intuye que le sale rana antes de echar el último caldero de pintura.

Hay que darle a todo esto una pensada. Nada para inspirarse como un paseo mirando el mar.

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