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"La madre del emigrante", mirada al futuro

Todas las ciudades forman de manera constante su identidad en torno a símbolos más o menos tangibles que las unen como colectivo. Y en ese proceso juegan un papel fundamental las esculturas, especialmente las que consiguen dotarse de un simbolismo singular para la mayoría de la población, bien por su calidad artística, bien por su ubicación o bien por su capacidad para generar sentimientos. Tres características que convergen a la perfección en "La madre del emigrante", la obra del cántabro Ramón Muriedas que desde hace medio siglo vigila impávida el mar Cantábrico desde su atalaya de El Rinconín, en un extremo de la bahía de San Lorenzo. Concebida como homenaje a los asturianos que durante décadas dejaron la región, especialmente en dirección a América, y a sus familias, la estatua se ganó hace mucho el aprecio de los gijoneses por su originalidad y por encontrarse en un lugar de encuentro. Es, además, un reclamo turístico y un icono. En definitiva, una creación a salvaguardar como parte sustancial de la memoria local.

El pasado 1 de marzo, LA NUEVA ESPAÑA inició una serie de reportajes dominicales para celebrar los treinta años del "Elogio del Horizonte" y los cincuenta de "La madre del emigrante" con un doble objetivo: poner otra vez de actualidad dos de los símbolos gijoneses más conocidos dentro y fuera de la ciudad a través de su historia y características y contribuir a su promoción y conservación. Durante más de medio año, ciudadanos, autoridades y especialistas de diferentes ámbitos han expresado en estas páginas sus opiniones sobre ambas obras, muy distintas en su concepción, época y estilos, pero que forman parte por igual de la rica colección local de escultura pública. El Ayuntamiento quiso además celebrar las efemérides con diferentes actos abiertos a todos los vecinos y visitantes, muy acertados tanto en la forma como en el fondo. En el caso del "Elogio del horizonte", organizó una exposición al aire libre en el Cerro de Santa Catalina con varios paneles que repasaban las singularidades de la creación de Eduardo Chillida; muestra que estuvo comisariada por los historiadores Luis Miguel Piñera y Héctor Blanco, ambos colaboradores de este diario. Para "La madre del emigrante", está previsto un calendario de actividades la próxima semana, coincidiendo con su aniversario, en las que estarán presentes familiares del autor.

La escultura de Muriedas llegó a Gijón el 2 de septiembre de 1970 procedente de una fundición madrileña, años después de que surgiera la idea de su construcción, en un Congreso Mundial de Sociedades Asturianas. Inicialmente, esta mole de bronce que representa a una mujer de aspecto desaliñado y con gesto melancólico, iba a ser instalada en El Musel. También se barajó ubicarla en Cimadevilla y en La Providencia. Pero finalmente, se colocó el 18 de septiembre en El Rinconín, donde sigue. Fue la primera creación "moderna" del concejo y su estética provocó un amplio rechazo social en un primer momento (incluso fue vandalizada con un artefacto explosivo). A raíz de esa polémica, fue rebautizada con apodos entre lo despectivo y lo cariñoso, como "La lloca" y "La muyerona". Aunque, poco a poco, se ganó un cariño popular que a día de hoy es inmensamente mayoritario. Su primer medio siglo nos recuerda ahora los vertiginosos cambios que ha experimentado la ciudad en estas décadas y es a la vez una mirada hacia adelante. De ahí que conservar y promocionar esta pieza sea cuidar el pasado de Gijón y creer profundamente en su futuro.

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