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Kitchen: la punta del iceberg

La utilización partidista en el Ministerio de Fernández Díaz

Todo empezó con Rosalía, la mujer de Bárcenas. Sus privilegios, en la Audiencia Nacional, llamaron mi atención. Pregunté al Gobierno por ello. Era junio de 2012.

-¡Luis sé fuerte!, pedía el presidente, al tesorero.

-Mariano, ¡Rosalía no puede hacer el paseíllo!, demandaba quien acabaría, para el PP, como "esa persona de la que me habla".

Rosalía no hizo el paseíllo. Responsables policiales, a espaldas del juez y el presidente de la Audiencia Nacional, la introdujeron discretamente por el garaje y la sacaron con el mismo sigilo. No hubo foto de su presencia en la sede judicial, a diferencia de lo ocurrido con la hija y el yerno del Rey o de Rodrigo Rato.

Durante cinco años seguí y perseguí inexplicables decisiones del Ministerio sobre investigaciones de corrupción de los populares. Y otras sobre rivales políticos, incomprensibles desde la ortodoxia policial.

Lo denuncié en el Congreso: "En el Ministerio del Interior se ha creado una camarilla policial para una doble estrategia: por una parte obstaculizar la investigación de los escándalos de corrupción que afectan al partido del Gobierno y, por otra, investigar y perseguir implacablemente no solo a los adversarios políticos, sino también a miembros del Cuerpo Nacional de Policía que solo sirven a la ley" (27/10/2016).

Dos de esos policías fueron los comisarios Miguel Ángel Santano y Telesforo Rubio. Como amigos les pedía opinión sobre la legalidad de algunas prácticas que había investigado. En una cafetería cercana al Congreso, furtivamente, nos hicieron una foto. El 11 de Junio de 2015 ocupaba, a gran formato, la primera pagina de "La Razón". Una semana después los cesaban. Uno recurrió a los tribunales y tuvieron que reponerlo en su destino. El otro se jubiló poco tiempo después. Su único error fue colaborar para que su Ministerio cumpliera la ley.

En 2017, el Grupo Socialista, del que era portavoz de Interior, logró mayoría para una "Comisión de Investigación sobre la utilización partidista del Ministerio del Interior, bajo el mandato del Ministro Fernández Díaz, de los efectivos medios y recursos del Departamento y de las Fuerzas y Cuerpos del Estado con fines políticos".

Volvió Bárcenas a escena. Pregunté sobre su chófer a Cosidó, Director General con dicho Ministro. Sergio Ríos ya no era confidente. Con 42 años había logrado aprobar el examen de ingreso al CNP. "¿Requirió la policía en algún momento al hoy policía nacional sus servicios para sus investigaciones sobre Bárcenas?", le demandé. "Que yo tenga constancia, no se le ha pedido ningún tipo de requerimiento", contestó. Negó incluso conocerlo.

Bajo su mandato, sin embargo, fue destinado en prácticas a la Línea de la Concepción, pero enseguida se le trasladó a Madrid con una infrecuente Comisión de Servicios. Y destinado definitivamente a Les, en el Valle de Arán, con la rúbrica de Cosidó, otra Comisión le devolvió rápidamente a la capital. Da la sensación de que el Ministerio de Fernández Díaz, a diferencia de Roma, si pagaba a traidores.

La Comisión concluyó contundentemente: "En el Ministerio del Interior, bajo el mandato del señor Fernández del Díaz (?) se creó una estructura policial bajo las instrucciones del señor Cosidó Gutiérrez por orden del DAO Eugenio Pino, con el conocimiento y el consentimiento del Ministro destinada a obstaculizar la investigación de los escándalos de corrupción que afectaban al PP y al seguimiento, la investigación y, en su caso, la persecución de adversarios políticos (?)".

Lamento no haber podido votarlo. Me cesaron, como portavoz de interior, unos días antes.

Nadie asumió responsabilidades políticas. Ni el PP las pidió. Pablo Casado era ya Vicesecretario General del Partido.

Se anuncia otra Comisión de Investigación. Deberían, los partidos afectados, comprometerse con su dictamen. Para que, a las responsabilidades penales y/o administrativas que se deriven de los asuntos ya judicializados, se añadan consecuencias políticas evidentes para la ciudadanía.

Porque, como Màrius Carol sentenció: "La gente cree cada día un poco menos en los políticos porque saben que piensan más en salvarse ellos que en el naufragio del Estado".

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