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La Iglesia, hablando de mentiras

La humildad y la modestia que predicó Jesucristo, fuera del menú

Se puede discutir si las autoridades civiles deben estar presentes en una ceremonia religiosa o no. No se puede discutir, que, en caso de asistencia, debe de haber un mínimo respeto por parte y parte, sobre todo, por quien actúa como anfitrión.

Aprovechar esta ceremonia para criticar duramente al Gobierno de la nación, del mismo color que las autoridades civiles allí presentes, es irrespetuoso y carente de la mas mínima educación.

Personalmente no me extraña esta falta de respeto, es la norma cada vez que el representante de la iglesia asturiana habla o actúa. Siempre lo hace con esa prepotencia de quien está en posesión de la verdad absoluta, sin discusión posible. La humildad y la modestia que predicó Jesucristo, no están en el menú de su tocayo Sanz Montes.

Lo que si llama la atención es que este hombre se atreva a tachar de mentiroso a Pedro Sánchez.

Si alguien sabe de mentiras, son los representantes de las religiones, que tienen su razón de ser en historias inventadas, en leyendas, en falsedades, en mentiras.

Es difícil imaginar una religión sin mentiras. Desde la creación, hasta Marcelo, el ángel de la guarda de un Ministro del Interior de este país de pandereta, todo es falso, todo son montajes. Estos montajes son la base de todas las religiones, desde la superstición del brujo de la tribu más aislada hasta la religión más extendida. Las palabras de Sanz Montes son un claro ejemplo de lo de la viga y la paja.

La conmemoración del 8 de setiembre y de la batalla de Covadonga no deja de ser un capítulo más de esta Asturias de leyenda muy lejana de la realidad. Si la Iglesia quiere seguir celebrando lo que como mucho fue un argayu, perfecto, pero en su contexto, sin milongas.

Va siendo hora de recuperar el 25 de mayo como día de Asturias. Ese si es un hecho probado, bien documentado y del que cualquier pueblo se sentiría orgulloso de no ser por los intereses espurios que lo han arrinconado durante dos siglos.

Cuando Napoleón era el dueño del mundo y los pueblos, rey felón incluido, se rendían a sus pies, un grupo de asturianos, llegados a Oviedo desde las cuatro esquinas de la región, se declararon soberanos, se levantaron en armas y le declararon la guerra.

Muchos asturianos no saben de qué va esto, pero están orgullosos de lo de España y la tierra conquistada. Va siendo hora de conocer nuestra historia y honrar a quien se lo merece.

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