Citaba el otro día la diputada regional Carmen Eva Pérez Ordieres al maestro Emilio Lledó quien en algún lugar dejó puesto o dicho que somos fundamentalmente memoria y palabra, por eso, concluía la diputada, una tarea importante para la política es "cuidar las palabras". El fin de la cita de Carmen Eva era diferente del mío. A uno le han sucedido consecutivamente en el tiempo dos pequeños acontecimientos personales: el encuentro de un nuevo amigo que tiene como origen la palabra y que, esas cosas se saben enseguida, contribuirá a que mi conocimiento se acreciente en algunos aspectos y, por otro lado, el reencuentro tras diez años de ausencia, de un antiguo amigo que me aporta el rebrote de acontecimientos del pasado gracias a la memoria.

Encontrar una amistad nueva es una expectativa de futuro, un cesto al que ir añadiendo vivencias y conversaciones que enriquezcan el nuevo conocimiento. Reencontrarse con una del pasado es recuperar los sobreentendidos de entonces y, además, establecer otros nuevos. Ambas situaciones contribuyen a que el ánimo florezca, así que, inopinadamente, ha florecido una pequeña primavera a punto de entrar el otoño. A ello se añade un cercano aniversario que da como para felicitarse, por lo que en unas semanas se aúnan motivos que fomentan suavemente un optimismo cooperador al olvido de las penurias generales.

Valdrían estos ánimos personales de no existir otros aconteceres por el pueblo que avivan las brasas de un malestar profundo. En su conjunto, la actuación del gobierno municipal de nuestra ya podemos decir maltratada villa marinera es indigna. No quiere ello decir que no haya en algunos negociados edilicios destellos de normalidad o acierto, pero los fallos son tan garrafales que emborronan el conjunto, llevando así a la ciudadanía paciente a un estado bien de enfado o de indiferencia.

Lo más desagradable y molesto es lo que tiene que ver con el alcaldía de humos y coches con su empeño de estropear el tránsito del Muro y el grotesco y pomposamente conocido como eje peatonal entre Begoña y la playa. Sea lo que el personaje quiera: él y sus consejeros y asesores de la órbita de IU, bien bendecido todo ello por la paracaidista de Carbayonia que nos ha caído como Alcaldesa y que, al paso que va ya vislumbra que abandonará su sillón de mando sin comprender el alma playa. Los lugares comunes se aprenden pronto a recitar, pero es difícil de sentir. En eso sufre idéntico síndrome del portavoz del PP, otro patoso paracaidista que lleva al menguado grupo de estribor en rumbo de colisión con el acantilado. Conclusión, no estamos bien ni por un lado ni por otro.