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Un pistacho para la guerra

La polémica en torno al comercio de un producto básico

El pistacho lleva milenios acompañando los aperitivos de los pueblos mediterráneos, aunque no nació a orillas de ese mar maravilloso. Llegó desde las altiplanicies iraníes, la antigua Persia, y dicen que lo hizo con los intentos de invasión llegados desde allí. Es posible que mientras Jerjes aguardaba la noticia de la derrota de Leónidas y sus guerreros estuviese comiendo unos pistachos traídos por su intendencia. Aunque también es probable que los griegos que entonces habitaban las costas de Turquía, como Hector o Eneas, ya los degustasen.

Siempre ha sido Irán el gran productor. Antiguamente tener un pistachero en el jardín de casa era un signo de riqueza y en decenios pasados su producción y posterior exportación se convirtió en una de las rúbricas más importante de los ingresos del país. Con la llegada del Imán Jomeini, hace cuarenta años, empezó un cambio en la situación puesto que el consumo del pistacho, por esas cosas de las modas, pasó a crecer desmesuradamente en todo Occidente.

La oportunidad económica la vieron pronto en California, después en Arizona y Nuevo Méjico, donde las plantaciones de pistacho comenzaron a extenderse para abastecer a su país y también al resto del mundo. Hoy Irán sobrepasa las doscientas mil toneladas y los EE UU triplican la cifra, pero antes de llegar a ese punto las sanciones económicas impuestas por los norteamericanos hicieron menos atractivas las exportaciones iraníes y aumentó el interés por las de los EEUU, más competitivas gracias a la irrigación inexistente en Irán, y que hoy copan la mayor parte de los mercados mundiales.

En muchas partes de Europa no se concibe un aperitivo sin pistachos, y casi todos vienen de los EEUU, aunque en España aún mantenemos la tradición iraní, de donde vienen la mayoría de los que comemos; si bien algunos productores nacionales de Castilla-La Mancha y Andalucía, parecen haber visto el interés de participar en esta guerra incruenta que no se combate con misiles sino con productos ecológicos capaces de apoderarse de partes del territorio comercial de los adversarios y así, la producción española alcanza unas modestas siete mil toneladas con una clara vocación de aumentar las cifras, especialmente ahora que los incendios están diezmando la producción californiana debido al estrés hidríco que sufre el territorio.

La geopolítica internacional sigue hoy manteniendo la tensión entre potencias mundiales y también regionales, y ante esos irresistibles frutos secos casi nadie se para a pensar que quizá esté participando en toda una solapada guerra económica que ya dura unos cuantos años. Yo estoy dispuesto a ir al combate y disparar con pistachos nacionales.

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