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Belleza absoluta

Enrique Irazoqui, el español que puso rostro a Jesús en "El Evangelio según San Mateo" de Pier Paolo Pasolini

El pasado 5 de octubre se celebraron, en la iglesia parisina de Saint-Germain-des-Prés, y presididas por el vicario general de la diócesis, monseñor Benoist de Sinety, las honras fúnebres de Juliette Gréco, la musa de los existencialistas, que, cuando residía, de pequeña, en una institución religiosa de Dordogne, deseaba hacer cuanto fuese posible para llegar a "ser santa", según ha referido ella misma en su autobiografía.

La cantante falleció en su domicilio de Ramatuelle, en la región de Provenza-Alpes-Costa Azul. Había vivido, sin embargo, durante mucho tiempo, en Verderonne, cerca de Liancourt, en el departamento de Oise. Su casa, del siglo XVIII, fue la rectoral de la parroquia. "Esta vieja casa respira, en algunos rincones, la pobreza y la devoción de los curas de pueblo de antes y conserva aún una bella atmósfera", dijo en cierta ocasión.

Como residía muy cerca de la iglesia, conocía bien al párroco, "un verdadero soldado de Cristo", al que ayudaba en todo cuanto precisaba, pues andaba mal de dinero. Ella pagó los bancos del templo y contribuyó económicamente en la reparación de las campanas. "Yo amo a la Madre y al Hijo, María y Jesús", reconoció en una entrevista para el diario "La Croix".

En la homilía del funeral en Saint-Germain-des-Prés, el vicario general de París, recordó que a Juliette Gréco le gustaba entrar en las iglesias, encender una vela y rezar una oración, y alguien ha recordado, en estos días, que, entre sus grabaciones, hay una de la canción que compuso el jesuita Didier Rimaud. Se titula "Faudrait aller plus loin": Si vamos a un lugar más hondo que la madre de los ríos y más lejos que a donde llegan las corrientes, encontraremos un tesoro maravilloso que el tiempo no puede roer.

Esto lo sabía muy bien el actor Michael Lonsdale, malvado Hugo Drax en las películas de James Bond y bondadoso Frère Luc en "De dioses y hombres", que falleció en París hace unas semanas. La misa exequial se celebró en la iglesia parisina de Saint-Roch, la de los artistas, y fue presidida por monseñor Dominique Rey, arzobispo de Fréjus-Toulon y amigo del actor.

Lonsdale se convirtió al catolicismo a la edad de 22 años, y, tras recibir el bautismo, fue siempre un ferviente hijo de la Iglesia. Antes de morir, confesó: "Mi ideal es encontrar a Cristo. Lo más querido que poseo en mi vida es el amor de Cristo. Deseo irme en paz. Quiero morir en Dios. En lo que se apoya mi esperanza, de cara a la muerte, es Jesús".

En su conversión tuvo un papel importante un dominico, el padre Pie Raymond Régamey, que solía impartir conferencias sobre la relación entre el arte y la fe; pero quien realmente lo condujo a la Iglesia fue Denise Robert, una señora ciega. Ella lo ayudó, de una manera muy sencilla, a conocer a Jesús y le explicó, risueña y dulcemente, el Evangelio.

La vida de Lonsdale fue, a partir de entonces, totalmente distinta. Se consagró a la oración, la lectura de la Biblia y el servicio del prójimo. Y como el arte y la belleza eran componentes esenciales de su ser cristiano y de su quehacer apostólico, realizó una meritoria labor en la nada fácil tarea de promover el encuentro entre la fe cristiana y la cultura contemporánea.

Ese salto a la fe no se dio, sin embargo, en el español Enrique Irazoqui, agnóstico y marxista, al que Pier Paolo Pasolini designó, en cuanto lo vio por primera vez, para que interpretase el papel de Jesús en la película "El Evangelio según San Mateo". Pasolini reconocía en él al Cristo de los artistas: el de Giotto, Piero della Francesca o el Greco.

Irazoqui había ido a Roma, en representación del sindicato universitario de Barcelona, a entrevistarse con Pasolini y a rogarle que viniese a España y pronunciase una conferencia contra el régimen de Franco. Fue entonces cuando Pier Paolo le pidió que hiciese de Jesús en la película y Enrique dijo que no. Sin embargo, alguien logró convencerlo cuando le adujo que no sería un Jesús convencional, sino "gramsciano".

Enrique Irazoqui falleció en septiembre. Se decía de él que era "no-actor", porque, cuando Pasolini lo contrató, no había actuado en un plató de cine jamás. "La habilidad interpretativa no me interesa. Elijo a mis intérpretes de entre gente cualquiera", decía el director italiano, cuya madre, Susana, hizo de Virgen, ya anciana, por esa misma razón, en la película.

Cuando Irazoqui se veía en la pantalla, en el papel de Jesús, se conmovía. "Para Pasolini, el Evangelio era la belleza absoluta. Y solo de pensar que he dado mi rostro a aquella belleza sin adjetivos me llena de estupor", admitía. Y la escena de la vida de Jesús que habría de permanecer, concluido el rodaje, en la memoria y en el corazón de Enrique Irazoqui para siempre fue la del Sermón de la Montaña: "Es la parte del film de Piero Pasolini que amo más que ninguna otra".

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