Al Gobierno central le ha venido Dios a ver: con la excusa de dedicar recursos y activos a la cruda batalla contra la pandemia desatiende "sine die" compromisos lejanos que mantiene con Gijón y que no acaban de resolverse, hasta el punto que se perpetúan. "Vuelva usted mañana", responden en los ministerios. O dentro de unos meses, cuando haya vacuna. ¿Tienen el olvido y la desvergüenza fecha de caducidad?
En cajones oficiales duermen el sueño de los justos proyectos vitales para el futuro inmediato de esta ciudad, cuyos habitantes contemplan contrariados cómo pasan los años y los grandes proyectos no acaban de concretarse. Algunos de ellos sometidos con ladina habilidad al juego de la oca, de tal manera que a golpe de cubilete van saltando las fichas del laberinto al treinta o regresando a la casilla de salida. Y vuelta a empezar, aguardando que los dados nos lleven en un golpe de fortuna de puente a puente. Es el caso del plan de vías. Hace un año que no se reúne el consejo de administración de la sociedad pública Gijón al Norte, de manera que se desconoce si ha llegado alguna oferta por las parcelas del solarón. Desconocemos también dónde recomiendan los técnicos ubicar la estación intermodal. La decisión acarreará otro conflicto, denlo por seguro.
¿Qué fue de la autopista del mar y los cantos de sirena de los barcos de Balearia? ¿Hasta cuándo las aguas residuales de medio Gijón seguirán anegando la bahía por culpa de la paralización de la depuradora del Este, por la que sigue abonando el Estado cuantiosa multa europea? ¿Llegará el día en que suba la temperatura ambiental para que deje de hibernar la regasificadora de El Musel? Son preguntas que los gijoneses se hacen, desde su burbuja.
