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CLAVE DE SOL

El pírrico triunfo de Casado

La derecha no podrá ganar sin Vox

A ciertas alturas de la edad, podemos llegar a plurales conclusiones sobre el comportamiento en sociedad según los tiempos y espacios de su desarrollo. Presunta ciencia de leyes nada fáciles, aun parece que contradictorias y hasta extravagantes según tiempos y espacios.

Por decirlo de manera vulgar, uno creía conocer y aun haber experimentado historias del universo conductual humano, bueno o malo, sorprendente a veces. Creíamos haberlo visto o conocido casi todo: dos guerras mundiales en un cuarto de siglo, calamidades, epidemias, injusticias, incomprensiones, sucesos apocalípticos. Alguno que otro acierto y avances indudables.

En la segunda mitad del siglo XX, pese a la guerra fría, el error de Vietnam, la crisis de Cuba, la caída del Muro de Berlín, rebeliones juveniles y por ahí seguido. Sin ignorar a la vez los avances indudables, descubrimientos científicos, las conquistas en el espacio, un cierto equilibrio internacional. A cambio, mejores oportunidades de vida, de trabajo, de nivel de vida.

Incluso ciertos progresos en amplias zonas del llamado Tercer Mundo, incorporadas con reservas y promesas a un ámbito global y en camino de un relativo desarrollo, como para paliar de algún modo y más bien tarde los expolios perpetrados sin reparos por países colonizadores del Primer Mundo.

Quiero decir, sin ánimo exhaustivo, que nosotros los supervivientes de las últimas décadas, conocedores, testigos y aun víctimas de las agitadas evoluciones del siglo XX, creíamos haber visto y vivido suficientes agitaciones en España y el mundo que guardábamos en nuestras mochilas de todos los recuerdos. Y que el mundo, sobre todo el occidental que nos toca, había entrado en una fase en cierto modo estable y sosegada sin otras alteraciones que las consideradas previsibles.

Sin entrar en detalles, los últimos nueve meses nos han gestado una nueva realidad desagradable que echa abajo el modo de vivir que, hasta los veteranos, entendíamos relativamente estable. Dando lugar además a una suerte de colectivo baile de San Vito de todos contra todos, cambiante y sin orden ni concierto.

Agitación colectiva que resta conocimiento y sensatez, eleva las tensiones y hace de cada prójimo un posible adversario. Siempre se dijo que pasión quita conocimiento. Y esto es lo que pasa. El fracasado de hoy puede ser el triunfador del día siguiente, aclamado por quienes antes lo habían rechazado.

¿Qué otra cosa pasó con nuestro presidente Pedro Sánchez? ¿Qué revela el inesperado y pírrico triunfo de Casado en la moción de censura? Pues una presunta victoria provisional que, en definitiva, no resuelve nada sino que aplaza. Y, lo que es peor, con división buscada de una derecha que para triunfar necesita de Vox. Y más, tras la pandemia.

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