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Pere Casan

La incertidumbre y el enigma

Preguntas sin resolver sobre el virus pandémico, de origen incierto, y la nueva normalidad

La incertidumbre se define como la falta de seguridad, de confianza o de certeza sobre algo, especialmente cuando crea inquietud. Este concepto refleja nuestra duda acerca de la veracidad de un hecho. El grado de certeza está relacionado con el resultado de una medición y si lo trasladamos a la pandemia actual, aceptarán conmigo que la certidumbre de los datos que manejamos deja mucho que desear. En estas fechas que corren he podido escuchar la palabra incertidumbre en numerosos foros, como si al pronunciarla desaparecieran muchas de nuestras dudas. Sin embargo, a mí me evoca otro concepto más etéreo, más lleno de relaciones con otros ámbitos de la vida. Se trata de un “enigma”.

El enigma se define como algo de significado oculto o encubierto, que resulta difícil de comprender o de interpretar. Además de la incertidumbre, no hay duda que la situación originada a partir de la invasión del coronavirus nos ubica frente a un enigma. De origen incierto, no sabemos con certeza desde qué animal, si murciélago o pangolín, recorrió el camino hasta el mercado chino de Wuhan y desde allí adquirió el cheque de viaje gratis hacia esta panorámica mundial. Tampoco sabemos interpretar aún cómo produce el engaño para entrar en nuestras células y utilizarlas (ya se habla de dos receptores diferentes). No conocemos cómo prevenir o tratar el daño que nos genera ni hemos podido evitar el impacto económico y social que ha ocasionado. Sí, en efecto, nuestra posición frente al virus SARS-CoV-2 es completamente enigmática.

Enigma fue también el nombre de la máquina patentada en 1918 por la empresa alemana Scherbius & Ritter y utilizada posteriormente por el ejército para transmitir mensajes cifrados durante la Segunda Guerra Mundial. Durante mucho tiempo sembró el desconcierto entre las filas aliadas y fue gracias a la labor del matemático polaco Marian Rejewski y muy especialmente del británico Alan Turing, que lideró un grupo de inconformistas, jugadores de ajedrez y fanáticos de los crucigramas, quienes lograron resolver el enigma de la “Enigma”. Pasados los años disponemos ahora de las claves de su éxito, pero la acción de “encriptar” nuestros mensajes y ocultarlos a la vista general forma parte de lo más elemental en informática.

En la década de los 90 del pasado siglo, “Enigma” fue también el nombre que recibió el proyecto musical desarrollado por Michael Cretu en sus estudios de grabación ubicados en Ibiza. Con su trabajo logró una mezcla de sonidos y sensaciones muy diversas, que alcanzaron grandes records de ventas. Mezcla de canciones étnicas y de música gregoriana, estilo new age, alejado de los gustos puros pero al alcance de nuevas tendencias, donde la tecnología jugaba un papel esencial.

Enigma es también el nombre que recibieron las variaciones con las que Edward Elgar escribió una brillante partitura musical, que es aún el deleite de los amantes de la música clásica. Calificativo adecuado para esconder el tema principal, que nunca acaba de resolverse, en unas páginas preciosas por lo delicadas. Cada una de estas variaciones expresa la opinión sobre una persona diferente, que el autor no explicó y que únicamente una de sus mejores amigas logró descifrar. Debe hacerse justicia a Ludwig van Beethoven, precisamente en este tiempo de celebración por cumplirse 250 años de su nacimiento, ya que la inspiración de Elgar se apoya en el bellísimo adagio cantábile de la Sonata número 8 (Patética) del famoso compositor de Bonn.

Si hacemos caso de las predicciones económicas y políticas que nos esperan después de esta pandemia, enigma es también el concepto que mejor lo explica. Nos hablan de una nueva normalidad, de un estilo diferente de relacionarnos, de una globalización desglobalizada, con mayor aprecio por lo cercano, por disponer de lo imprescindible, pero inmersos en una crisis absolutamente incapaces de evaluar en su totalidad y que nos acompaña a donde vayamos.

Virus, guerra, técnica, electrónica, economía, música, diferentes ámbitos donde se manifiesta la incertidumbre y el enigma. De la misma forma en que se resolvieron algunos de los misterios mencionados, veremos pronto el final del que ahora nos ocupa. Mientras, relajen su ánimo escuchando el número 9 de las variaciones Enigma del músico inglés. A modo de anécdota, este mismo número se interpretó en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres en el año 2012. Sí, aquella en que la Reina Isabel II descendía en paracaídas acompañada del igualmente eterno Bond, James Bond.

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