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Antonio Arias Rodríguez

El mundo parece distinto

Las nuevas relaciones laborales del trabajo remoto

El mundo parece distinto

Pablo, al igual que otros muchos asalariados durante el pasado confinamiento primaveral, teletrabajó el 100% de la jornada laboral. Después, en el verano y, visto el éxito, continuó sin ir por la oficina para nada, bregando en su domicilio. Con el otoño, llegaron nuevas y mejores emociones de la mano de un correo electrónico: “Estimado empleado, puede pasar por su puesto a recoger la silla”. La empresa había adquirido hace años un costoso asiento anatómico que pensaron estaba mejor en casa de quien teletrabaja. Supone tanto como reconocer que no volverá a poner un pie en la oficina.

Cada crisis acelera y acrecienta lo inevitable nos recordó Norman Foster en una reciente entrevista. El famoso arquitecto Premio Príncipe de Asturias de las Artes entiende que se han precipitado muchas tendencias de cambio que ya eran evidentes antes de la pandemia. La digitalización de los procesos y de los puestos de trabajo es una de esas trayectorias donde no hay imposibles para los ingenieros. Algo que se ha visto reforzado durante los pasados meses, haciendo tan visible como irremediable esa transformación, por muchas limitaciones que aparezcan.

No importa en qué forma, ni dónde, ni cómo, se han hecho añicos muchas barreras culturales de las instituciones, rompiendo la presencialidad. Así, en casi todos los órganos colegiados de la Administración ya no se reúnen físicamente, aunque puedan. Desaparecen también los encuentros de todo tipo como los congresos (una tragedia para los hoteles, taxis y restaurantes) aunque consiguen un mayor impacto que antes, con menor coste. Afecta a actividades personalísimas como los juicios por videoconferencia o el matrimonio on line de Nueva York. Lo importante es el cariño limpio puro, como recogía aquel bolero, que también nos anticipaba las nuevas formas de trabajo contigo en la distancia. Van a tener razón quienes sostienen que, si no está en los boleros, no existe.

Los estudiosos nos avisan del frágil equilibrio entre las organizaciones y sus trabajadores, que se ha visto afectado de manera considerable por la irrupción de tanta tecnología en la actividad laboral a distancia. Los jefes remotos lo tienen aun más difícil por la incidencia de todos esos cambios en su espinosa función de liderazgo. El consultor internacional Antonio Peñalver recordaba recientemente que ese líder remoto debe comunicarse con su equipo de forma diferente: escribe mucho, habla poco y no seas invasivo. Un campo nuevo de análisis y experimentación para todas las escuelas de gestión que deberán estudiar también esta nueva realidad. Si nos dejan, las pantallas serán el soporte de la nueva comunicación.

Un entorno tecnológico inédito, donde el líder colaborativo parece funcionar mejor, facilitando la conexión social de su equipo y las relaciones con sus colegas. Otra de las habilidades que se ha demostrado clave durante el confinamiento ha sido la facilitadora de innovaciones; dejar volar la imaginación ha sido imprescindible. Tanto como potenciar la capacidad de experimentar con la dulce y total renunciación a los modelos preexistentes.

La primera declaración del estado de alarma por la covid-19 supuso un acontecimiento que afectó, en mayor o menor medida, a nivel personal y laboral a toda la ciudadanía. En aquel escenario se mezcló la vida familiar y profesional, cuya semana tenía más de siete días; aun está por realizarse el balance de lo que significó “oficializar” de un día para otro tanto teletrabajo confinado del que pocos precedentes había. Hoy, durante nuestra actual nueva normalidad permanente revisable, la jornada laboral está dejando de tener sentido como unidad de medida. El reloj no marca las horas del teletrabajador.

El catedrático asturiano Mario Díaz, en la lección inaugural del actual curso universitario, recordaba que su misión académica le exigía contribuir a la sociedad presentando lo que sabe y señalando siempre lo que aún no se conoce bien para que la ciencia lo investigue. Precisamente, esta misma semana, la revista de negocios de Harvard divulgaba una investigación que demostraba algo obvio: cuanto menor sea el número de ideas incluidas en un correo electrónico a los colaboradores, más fácil será profundizar y obtener algún retorno sobre cada asunto. A los jefes rollistas simplemente nadie les contesta. Así que, en lugar de enviar un mensaje largo con tres temas, por ejemplo, proponen enviar tres separados. La nueva estrella en la economía de la atención es la comunicación “a ráfagas”. Menos esperado fue descubrir la preferencia por las reuniones de solo audio frente al vídeo. Esta disminuye la igualdad en el tiempo de uso de la palabra y por tanto la inteligencia colectiva.

La gran mayoría de las compañías españolas acepta que el coronavirus ha cambiado la forma de organizar el trabajo para siempre y están revisando a marchas forzadas su modelo de negocio. Los dinosaurios no caben en el nuevo arca. En una década, lo remoto representará la mitad del empleo total. Muchos sueñan con poder trabajar mientras contemplan de qué color son los cerezos.

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