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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

Que Biden aparente 77

El principal poder de Estados Unidos es que su presidencia marca el estado de ánimo y de salud de las democracias occidentales. El primer cambio deseable en el ánimo irradiado desde la Casa Blanca sería que Joe Biden gobernara aparentando su edad. Ya sé que no se lleva, pero merecería la pena probar. El cambio merecerá la pena por compensar a Donald Trump, esa persona trasnedad que a los 70 años se comporta y siente como el niño tirano y el adolescente que no soporta el aburrimiento que él mismo se produce.

Biden no ganó la presidencia por tener 77 años. Toda la identificación que se da en el nuevo juego de la era de las identidades no funciona cuando se trata de la edad de Biden y él lo sabe. Los dientes con los que sonríe no son suyos porque ha ido acompasando su boca a los avances de la ortodoncia estética y su socia la ortodoxia moral. Solo los injertos capilares que se hizo años atrás le permiten peinar ese halo blanco que contraría a su alopecia temprana. Su mímica jovial es de los tiempos en que los niños estadounidenses eran llamados “Peewee” y “Jimbo” y es acorde con conservar el Joe de joven senador (valga la contradicción etimológica) sin llegar nunca a ser Joseph. Que siga entrenado para la carrera de los 25 metros lisos de pasarela con la que contradecía a quienes le veían más como un residente de la tercera edad que como un presidente de la primera potencia, pero que se comporte como un hombre de su edad, si es que los años le han traído serenidad y temple como cabe esperar en quien tiene medio siglo de carrera política.

La edad no trae sabiduría, como demuestran los viejos necios e impacientes, pero a la mayoría de las personas le mengua el apremio y eso las hace menos vulnerables al atosigamiento. Ese sosiego no es malo en unos tiempos interesadamente acelerados en los que se valora más la velocidad de respuesta que la corrección de la respuesta y se considera la disrupción continua como el mejor modo de conducirse, aunque solo se den volantazos de chófer loco.

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