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En el adiós a Enrique Cueto Sierra

La despedida a un intelectual y educador chileno que tenía parte de su alma en Colunga

Ha fallecido recientemente en Santiago de Chile Enrique Cueto Sierra, intelectual y educador chileno de profundas raíces asturianas. De hecho, nació en Colunga en 1926 y allí pasó los primeros 11 años de su vida. Durante su tiempo en la escuela hizo amistad, mantenida luego a lo largo de su vida, con Humberto Alonso, el que luego sería gran pintor y acuarelista, otro hijo insigne de la villa de Colunga, aunque afincado desde hace tiempo en Villaviciosa. La Guerra civil española marcó trágicamente la historia de la familia Cueto. Su padre, don Enrique, alcalde republicano de Colunga, optó por quedarse en España y sería fusilado al final de la contienda. Su madre, doña María, se fue a América con todos sus hijos y terminó recalando en Chile, país que generosamente los acogió y que ellos acabarían haciendo plenamente suyo. La familia Cueto fue creciendo y los hijos de don Enrique y doña María tuvieron una trayectoria profesional muy relevante. Entre ellos destaca el caso de Juan, fundador de una exitosa dinastía empresarial chilena que hoy continúan sus hijos.

Pero volvamos a Enrique Cueto Sierra. En Chile se tituló como Profesor de Español y Literatura en la Universidad Católica y durante cerca de 50 años enseñó Antropología Educacional en dicha Universidad. Pero el centro emocional de su trabajo estuvo en el Instituto Carlos Casanueva, del que fue fundador y rector durante largos períodos entre 1952 y 2002. Ahí impulsó proyectos muy novedosos hasta entonces inéditos en ese país: educación especial para niños y jóvenes inadaptados, las primeras Escuelas de Padres y la carrera de Orientación Familiar y Juvenil, pionera y única en Chile durante mucho tiempo. A lo largo de su dilatada vida dio numerosos cursos y conferencias, a menudo relacionados con el desarrollo humano de jóvenes y adultos. También tuvo una presencia importante en los medios de comunicación, especialmente en televisión, donde dirigió varios programas de notable audiencia. Entre sus libros habría que destacar “De la vida y del amor” (1993) y “La llave en la cerradura” (2005). Últimamente había colaborado estrechamente con la Universidad San Sebastián de Concepción.

Enrique, aunque no tanto como su hermano Juan, permaneció siempre ligado a España y a sus orígenes colungueses. Él y toda su familia, con la que me unen lazos familiares por el lado de mi madre, son un ejemplo admirable de concordia y reconciliación. Fieles lógicamente a la memoria de su padre, nunca les he oído una palabra de odio ni de rencor hacia el país que tuvieron que abandonar en circunstancias muy difíciles. Todo lo contrario, conservaron siempre un enorme cariño a España a donde viajaron con frecuencia desde finales de la década de los 60, vinculándose alguno de manera muy especial con Colunga.

Recuerdo hace mucho tiempo, yo aún adolescente, una preciosa conferencia de Enrique Cueto en Colunga, en la que quedé impresionado por la calidez, la humanidad y la sensibilidad de sus palabras. Cuando en 2004 mi padre y yo coordinamos la publicación del libro “Verde y Azul. Testimonios y vivencias del Concejo de Colunga”, Enrique nos envió una magnífica contribución que lleva por título “El alma aquí y allí. Colunga en tres tiempos”. En su texto, después de hablar de cómo Chile, con el paso de los años, va progresivamente invadiendo toda su existencia afirma: “Pero por no sé qué rendijas del corazón –grietas más– Colunga –y Asturias y España– se resiste terca al olvido, morriñosa... La vida cotidiana, el quehacer, la siembra que se intenta, son de aquí, y también de allí. El cuerpo está aquí. El alma está aquí y allí. Y se nutre, aquí y allí, de los músicos, los poetas, los pensadores. Uno va siendo un mestizo cultural”. Y concluye de esta manera su artículo: “Y las veces que he vuelto a Colunga, siempre un poco forastero, he refrescado el alma, he revivificado la fe en la vida, he reacariciado los sueños”. Descanse en paz.

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