Resulta sorprendente que los mismos que reivindican con uñas y dientes la memoria histórica se vuelvan amnésicos cuando se trata de evaluar el fenómeno terrorista y se muestren dispuestos a pasar página y a blanquear la herencia de ETA a cambio del plato de lentejas del apoyo presupuestario, que sirve Bildu en plato frío. Para esta ruin desmemoria no existe recuerdo de los que murieron bajo la metralla, las bombas o el tiro en la nuca terrorista. Ni paz para sus familias, que contemplan –militantes socialistas incluidos– cómo se van escribiendo los renglones torcidos de una hoja de ruta muy bien diseñada por Pablo Iglesias con el fin de crear una pinza con ERC y Bildu que atenace a Pedro Sánchez, cautivo de los votos que le auparon a la Moncloa y que le permiten aprobar los Presupuestos de la pandemia, puntal necesario para mantener activa la legislatura.
El Gobierno bicéfalo y Frankenstein que echó a andar a base de retales de la morgue democrática se mueve hoy a impulsos de esquizofrenia, tal que una parte de la coalición gobierna y hace oposición a la vez: aprueba los Presupuestos en la mesa del Consejo de Ministros y pacta después con los amiguetes radicales vascos y catalanes enmiendas que deberían sonrojar a sus socios socialistas.
Y mientras, continúa la ofensiva, ya nada disimulada, de amordazar a los medios de comunicación que no entran por el aro del pesebre monclovita. El nuevo ataque a la libertad de información se dispara con las balas de cañón de la reforma de la ley de Enjuiciamiento Criminal, que otorga a la Fiscalía la potestad de poner limitaciones a las noticias publicables sobre los procesos judiciales. A partir de la entrada en vigor de esa ley habrá que cederle al fiscal el despacho del redactor jefe.
