El secreto del éxito de las “fake news”, con devastadores efectos para la democracia, no reside tanto en decirle a la gente lo que quiere oír como en la seguridad con la que se dice: el tono es al final lo que cuenta. Las noticias falsas se emiten siempre en un tono axiomático que engrana perfectamente en la parte de nuestra percepción menos intelectualizada, formateada para alojar certezas, y van directo a la vena, sin pasar por el análisis. En esa actitud sumisa del receptor habría una reacción frente al discurso dubitativo y ponderado propio del análisis racional. De ahí que tratar de echar razón sobre ese fuego pueda ayudar a alimentarlo (lo provoca justamente el odio al racionalismo). Así que el único antídoto es la lenta y perseverante acción de la cultura, que como su nombre indica es cultivo. La destrucción del sistema cultural dejará la tierra yerma que las “fake” precisan.