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Crítica / Música clásica

OSPA 2.0

La evolución de la pandemia en Asturias ha cerrado teatros y auditorios y ha provocado que las temporadas musicales sufran constantes modificaciones y reajustes. En un intento por mantener las citas previstas, la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) ofreció gratuitamente el pasado viernes, a través de su canal de Youtube, el cuarto concierto de la temporada “Seronda”. Quizá este tipo de iniciativas convengan para acercar la orquesta a todos los asturianos ya que, en los últimos meses, la Sinfónica no parecía alcanzar las entradas de otras temporadas a pesar de las grandes figuras programadas.

Pero si en el aspecto logístico el concierto fue un éxito, con un streaming de gran calidad y superando por momentos el millar de seguidores, no lo fue menos en el terreno musical. El primer movimiento de la sinfonía nº 104 en re mayor, de Haydn, estuvo ejecutado con algo de dramatismo y bien perfilado gracias a un acertado juego de volúmenes sonoros que aportaron riqueza a las simétricas y regulares frases musicales del clasicismo vienés. El “Andante” evidenció una cuerda tersa y brillante y los dos últimos movimientos, alegres y frescos, revelaron el alto nivel de las maderas y reafirmaron a una OSPA cómoda y bien ensamblada.

De marcada impronta romántica, el interludio Mondscheinmusik de la ópera “Capriccio”, subrayó unos metales sólidos y una notable sección de trompas. Reiland, haciendo gala de una dirección alta y cristalina, supo guiar con pericia a la orquesta y transmitir calma y serenidad en todo momento, propiciando la seguridad de los músicos y contribuyendo a redondear la velada musical.

El broche de oro lo pusieron las “Cuatro últimas canciones”, también de R. Strauss, unas piezas que se pudieron escuchar en la capital del Principado, hace apenas un mes, en el concierto inaugural del ciclo “Conciertos del Auditorio”, a cargo de Ingela Brimberg y Oviedo Filarmonía. En esta ocasión, la soprano encargada de acompañar a la OSPA era la española Raquel Lojendio. De voz poderosa, bien impostada y expresiva, con una carnosidad atractiva y no exenta de cierto vibrato natural, la tinerfeña recreó una atmósfera llena de matices en perfecta sintonía con la formación asturiana, muy celosa siempre de arropar a la solista.

En definitiva, un concierto estupendo y una iniciativa que debemos valorar muy favorablemente y esperamos sirva de revulsivo para comprender la importancia que supone tener una orquesta de este nivel en la región, capaz de devolvernos parte de la calidez que sólo la música puede transmitir. Porque la pandemia nos ha privado de muchas cosas, pero jamás nos despojará de una cultura que, hoy más que nunca, es emocionante, necesaria y segura.

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