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Luis M Alonso

La crisis global de la salud

Luis M. Alonso

¿Es trabajar en casa o vivir en la oficina?

La prensa británica, basándose en experiencias de la historia, ofrece algunas respuestas sobre cómo será el mundo tras la pandemia

Trabajar desde casa, o como pudiera parecer en algunos casos vivir en la oficina, ha constituido el gran cambio profesional en el Reino Unido desde el inicio de la pandemia. No es distinto en muchos otros lugares del mundo. Pero la historia advierte contra la idea de que el tiempo de la oficina se ha acabado. Las preguntas de cómo sera la vida después del covid tienen respuesta en un completo informe de las perspectivas que se abren ante nosotros, publicado por “The Observer”. En él, algunos de los especialistas por áreas del rotativo inglés analizan los efectos y el comportamiento de la pandemia en las ciudades, la interacción, las ciencias, la política, la cultura y el trabajo.

Solo uno de cada veinte británicos trabajaba de forma totalmente remota antes de la crisis. Sin embargo, tres veces ese número de personas lo hacía en casa, al menos, una vez por semana. El futuro probablemente sea un híbrido, pero el “Observer” sostiene que esta nueva actitud laboral no contribuirá a romper las grandes brechas económicas entre la población. Algunos trabajadores se beneficiarán, pero probablemente sean los lugares de trabajo en los barrios más pobres los únicos que terminen vaciándose en lugar de los del centro de Londres. Hay que tener en cuenta que cuando hablamos de teletrabajo nos estamos refiriendo exclusivamente a una fracción de la fuerza laboral de un país. Los camareros o los limpiadores no podrán desempeñar su función desde la habitación, la sala de estar o la mesa de la cocina.

Se sospecha que los espacios desde donde emerge la cultura no tendrán después de 2020 el mismo aspecto que antes, escribe Tim Adams. Muchos teatros, librerías, locales de música y galerías tampoco sobrevivirán a la catástrofe que ha supuesto el cierre de la actividad, y si resurgen lo harán de manera reducida y hasta testimonial. ¿La creatividad quedará ensombrecida por la pandemia o resurgirá tras la vacuna? La historia no tiene por qué parecerse pero sugiere las dos vías. Adams recuerda cómo las dificultades económicas y el distanciamiento social resultantes de la epidemia de gripe “española” de 1918, que siguió a la Gran Guerra, fueron las fuerzas que moldearon los experimentos del modernismo, cargados de fatalidad, y el alto espíritu hedonista de la la Era del Jazz. “La tierra baldía”, cuenta “The Observer”, y el charlestón llegaron con apenas meses de diferencia. T.S. Eliot escribió una buena parte del primero mientras sufría las secuelas de la gripe, atormentado, como señaló su esposa, por el temor de que debido a los efectos del virus su mente no actuaba de la manera en que debía hacerlo. Pero en algunas de las líneas magistrales del poema, el autor describe a esa multitud fluyendo sobre el Puente de Londres bajo la niebla marrón de un amanecer invernal y deja constancia de los suspiros de los hombres fijando los ojos en sus pies. Cabizbajos. De igual manera, la resaca de la pandemia estaba viva en la ginebra del Cotton Club y en la decadencia enrarecida de los Bright Young Things, aquel grupo de jóvenes aristócratas, bohemios y socialites de la década de 1920, inmortalizados por el fotógrafo Cecil Beaton.

Otra pregunta con respuesta por parte del periódico londinense es si la actual experiencia de la enfermedad generará una nueva ola de ansiedad en los libros que leemos o en las películas que vemos. Sin duda, la aprensión apocalíptica está por llegar a la cultura y al espectáculo sin dejar de tener en cuenta que el ser humano solo es capaz de soportar en formato entretenimiento la realidad que él mismo no padece. Y el coronavirus lo está padeciendo todo el mundo.

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