El 10 de diciembre de 2013 apareció publicada en el BOE la llamada Ley de Transparencia y Buen Gobierno. Por entonces estaba al frente del Ejecutivo Mariano Rajoy Brey y lideraba a la oposición Alfredo Pérez Rubalcaba. Sus resoluciones no tenían fuerza ejecutiva y, al margen de su bienintencionado objetivo final (¿quién va a oponerse a que todos los negocios en los que intervengan las administraciones públicas se desarrollen de principio a final del expediente de la forma más clara posible para los administrados?), más parecía un asidero legal para políticos en apuros que un instrumento eficaz de la lucha contra la corrupción.

La oportunidad de polemizar sobre este curioso organismo se nos presenta de nuevo al haber trascendido que el Consejo de Transparencia y Buen Gobierno ha solicitado al ministerio de Sanidad la lista de los nombres de los técnicos que acordaron el cambio de fases después de que Pedro Sánchez anunciase el inicio de la desescalada y el final del periodo de alarma.

Hasta la fecha, el ministerio de Sanidad se ha negado a cumplimentar el requerimiento alegando que se vulnera el derecho a la protección de datos personales de los llamados “expertos”. Se ha especulado mucho sobre la verdadera entidad científica de ese selecto grupo de personas. En unos casos se justificaba el amparo del anonimato en el prestigio profesional de los concernidos y en otros se llegó a rebajar el nivel de sus conocimientos al más modesto de ordenanza. En realidad, la culpa de este lío hay que atribuírsela al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que calificó de “sabios” a los que, en aquel momento, eran tan solo “expertos”, una definición en la que cabe cualquier tipo de actividad humana, desde la fontanería hasta la cría de vacuno. Y no solo eso porque, ya lanzado a exonerarse de cualquier responsabilidad (tanto administrativa como penal), manifestó que él sólo haría lo que le recomendasen los científicos. Una apuesta arriesgada pero ese es el estilo de “gobernanza”, o “cogobernanza”, que gusta de utilizar el jefe del Ejecutivo cuando pintan bastos.

La estrategia de la cogobernanza le ha servido a Sánchez para ir amarrando la legislatura. Unas veces el cogobernante es el PNV. que lleva muchos años especializado en sacarle al Estado hasta los higadillos. Otras, el Ciudadanos de Albert Rivera y de la señora Arrimadas, tan repeinados y bien olientes los dos. Y por supuesto los herederos de Jordi Pujol, los de Herri Batasuna en su enésesima transformación ante su público, y cualquiera que tenga algo que ofrecer en el mercadillo. Por supuesto, no nos olvidamos en el reparto de Unidas/ Unidos/ Podemos que cumple un papel estelar. En los medios de la derecha muy derechosa, se aguarda con impaciencia el momento en que Iglesias abandone a Sánchez después de haberlo contaminado de izquierdismo. Luego se cortará la coleta, como los buenos toreros, y montará una guardería.