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Xuan Xosé Sánchez Vicente

Casi siempre sigue (a peor)

Más chinas en el zapato de quienes buscan un futuro rural

Se lo he dicho a ustedes hace pocas semanas: “Van a por ellos”. Se trata de expulsar de las zonas rurales norteñas a sus habitantes productivos, a aquellos que no vivan de las pensiones o las subvenciones. El campo, para el señorito dominante, ecologista o vividor de las urnas, ha de ser un paisaje vacío para grabar vídeos o pasearse ocasionalmente por él con sus hijos o “allegados”.

LA NUEVA ESPAÑA nos ha ofrecido esta semana pasada dos ejemplos más de ese acoso y voluntad de exterminio. El primero, el fin de la moratoria de caza en el Parque Nacional. Esa decisión tiene efectos devastadores sobre toda la zona, no solo para aquellos de sus habitantes que practicaban la caza, sino para el amplio entorno que vivía de los desplazamientos provocados por esa actividad: hoteles, guías, restaurantes, gasolineras… El parque ha dejado de ser una fuente de ingresos, para convertirse únicamente en una de gastos. Y añadan ahora el problema del crecimiento descontrolado de las alimañas, sin tasa alguna.

El segundo es el testimonio del quesero más joven de queso gamonéu. Los titulares impulsan a la compasión y al aplauso: “Quiero criar a mis hijos en los Picos, que el lobo no me eche”, “no deseo vivir de ayudas ni de daños, sino de lo que nos animales nos dan, pero esto se está yendo de las manos”. Y si leen el contenido, la indignación por las continuadas mentiras y burlas de que son objeto estos asturianos los llevarán a ustedes al borde de la apoplejía.

Si el marqués de Pidal, el impulsor de la red de parques nacionales y el creador del de Covadonga, viera esto hoy sé lo que diría. Porque la caza era para él parte sustancial del recinto protegido, y, sobre todo, porque conocía la vida de los paisanos y los pastores y nunca se le hubiera ocurrido acabar con ella.

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