Ha costado año y medio, pero el resultado es muy positivo: hay acuerdo sobre el reglamento del Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER, el fondo de la UE para el desarrollo regional) de los próximos siete años. Estoy muy satisfecha, porque he participado en el debate y la preparación de este acuerdo desde que llegué al Parlamento Europeo, en julio de 2019, y tras duras negociaciones por fin hemos llegado a este acuerdo, muy beneficioso para España.

El FEDER es la columna vertebral de la política de cohesión, y desde que se creó ha servido para cofinanciar casi todos los grandes proyectos asturianos. Ahora, desde el equipo negociador del parlamento nos hemos centrado en que ayude a las pymes a transformarse y hacer frente a los retos derivados de la covid. Hemos conseguido así un fondo que apoya a los empresarios, fomenta la innovación y las redes de transporte sostenible y apuesta por modernizar las zonas rurales.

Además, se amplía el ámbito de aplicación a sectores especialmente afectados por la crisis como el turismo y la cultura. Y hemos dado más relevancia a las asociaciones locales, aumentando así el presupuesto que gestionan directamente las ciudades, para que los proyectos se adapten a las necesidades de cada territorio.

De la mano de todo esto les cuento dos noticias. Una buena y otra mala.

La buena es que el FEDER tiene una dotación muy respetable: 242.900 millones de euros para 2021-2027, de los que España puede beneficiarse de 25.377 millones. Después del dinero que llega vía Política Agraria Común, este el fondo ordinario con mayor dotación económica. La mala noticia es que España gasta poco y mal el dinero europeo. A estas alturas del presupuesto, solo hemos gastado el 39% de los fondos disponibles. ¡Estamos a la cola de la UE en ejecución de fondos! Es un lujo, o mejor, un despilfarro, que no nos podemos permitir, y más precisamente ahora, cuando tantas familias lo pasan mal y tantas empresas tienen que echar el cierre.

Con los fondos del periodo 2014-2020 por gastar, los nuevos que acabamos de aprobar y el paquete de recuperación, tenemos más dinero disponible que nunca. Y con millones de personas sufriendo la catástrofe económica, no podemos desperdiciar la oportunidad. Para eso, el Gobierno debe superar su problema de planificación estratégica: tenemos que crear un tejido empresarial más fuerte y con más respaldo de las administraciones públicas para reducir las trabas burocráticas que tanto dificultan el acceso a los fondos. 

Desde mi experiencia, cada vez soy más consciente de lo valioso que resulta el hecho de que haya una presencia española en las negociaciones de estos instrumentos tan importantes para España. Si dejamos que otros legislen por nosotros, nunca se tendrán en cuenta nuestras especificidades. Para mí ha sido prioritario que estos fondos aborden uno de los problemas más relevantes y del que no se habla lo suficiente: la despoblación.

En el Reglamento de este fondo he conseguido que Europa ponga la vista sobre esta cuestión desde la perspectiva del sur, con una nueva definición de zona despoblada que ya no tendrá en cuenta los criterios de población de Suecia o Finlandia, sino los de lugares como Soria, Teruel y Cuenca, o las cuencas mineras de Asturias.

Esta nueva definición incluye el descenso de población a nivel de provincia o municipio de una media de un 1% anual entre 2007-2017 o una densidad de población menor de 12,5 habitantes por km2. Puede parecer baladí, pero gracias a ello se abre la puerta a que estas zonas sean objeto de actuaciones específicas prioritarias, tengan el apoyo de otros instrumentos como el Fondo de Transición Justa o el mecanismo de recuperación y sean objeto de nuevas acciones legales que realmente les den un impulso.

Gracias a los FEDER se podrán financiar proyectos que mejoren la conectividad digital y el acceso de banda ancha, el transporte y las infraestructuras básicas, que inviertan en educación y servicios sociales y en actuaciones para transformar y modernizar la economía rural. En definitiva, proyectos que fomenten el emprendimiento, mejoren las condiciones sociales y retengan el talento joven en la España vaciada.

Queremos ayudar a la Europa que no vive en las grandes ciudades, mejorar la calidad de vida de sus habitantes y aumentar las posibilidades de emprendimiento en las zonas rurales y despobladas. Alemania ya lo ha hecho. ¿Por qué no nosotros? Desde la UE ya está en vigor el marco normativo: hemos hecho los deberes. Ahora le toca al Gobierno hacer su parte, apostando por proyectos que creen empleo y reduciendo la burocracia.

Y es que la estrategia actual contra la despoblación –un documento vacío que no va a mejorar la vida de las personas– no es suficiente.

Mi mensaje de hoy es: usemos los fondos FEDER y el plan de Recuperación para poner en marcha proyectos innovadores que ofrezcan empleo de calidad y desarrollen los servicios sociales a través de la digitalización. Es una gran oportunidad para transformar todas aquellas zonas de Asturias que, poco a poco, se van quedando vacías.