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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

Vida contemplativa contra el virus

Una inusual Navidad austera e introspectiva en estos tiempos inciertos de pandemia

Ha sido así históricamente. Cuando los seres humanos vivimos momentos apocalípticos volvemos la mirada al cielo o hacia nuestro interior, o hacia los dos sitios, según cada cual. Las pestes, los grandes desastres naturales o las guerras han dado lugar a momentos que podríamos llamar místicos. Ante la incomprensión de lo que sucede, la persona busca respuestas; está en su naturaleza.

Esta Navidad la vamos a vivir –en muchos casos por obligación– de la forma más austera y monacal que se recuerda. En la intimidad. A lo sumo, rodeados por lo que ahora llaman convivientes y antes llamábamos el núcleo familiar; o de los allegados, que se puede traducir libremente como los más íntimos. Y no pueden faltar, que este año van a ser muchos más, los que ya no están entre nosotros,

Bueno, ese es el más auténtico espíritu de la Navidad, o de “las fiestas del afecto”, en la versión gubernamental. No hay grandes aglomeraciones con ansias consumistas en los centros comerciales. No hay suntuosos viajes al otro lado del mundo huyendo de la “cursilería” o de la angustiosa sensación de soledad que despiertan estas fechas. No habrá fastuosas fiestas de Nochevieja para despedir el año.

Estarán contentos quienes denunciaban que la Navidad había perdido su espíritu en pro de los dioses paganos del consumismo. Estarán contentos también quienes se indignaban por la invasión del espacio público por una celebración que ni les iba ni les venía y que, incluso, proponían cambiar por la bienvenida al solsticio de invierno,

Vida contemplativa contra el virus

Vida contemplativa contra el virus

El no hay mal que por bien no venga o el cada crisis es una nueva oportunidad nos facilita, por fin, una Navidad diferente. Acotados en un determinado perímetro, encerrados en casa y con muchas horas conviviendo con uno mismo o con los estrenos de Netflix. Será difícil evitar la intimidad, la introspección, la reflexión. El desconcierto nos hace buscar respuestas. Buscar un sentido a un mal del que ignoramos casi todo, del que apenas sabemos que ha modificado nuestra vida para siempre.

Esta Navidad nos ha pillado bajos de moral ante un futuro incierto, pesimistas ante una vacuna que a saber si funcionará y qué efectos tendrá, y apabullados por una crisis económica de la que desconocemos el alcance. No es de extrañar que en estos días, sean muchos los que dirijan sus miradas hacia la vida contemplativa; no hay más que ver el éxodo de las ciudades a los pueblos.

Los periódicos dan noticia de la nueva campaña de la Asociación Contemplare, que acaba de lanzar su “Amazon de la vida monástica”. Un grupo de empresarios han lanzado este proyecto para “tender un puente entre los más de 800 conventos de España y la sociedad”. Ofrecen desde muy exquisitos alimentos gourmet hasta productos de belleza naturales, pasando por una selección de vinos y licores muy tentadores. Haciendo honor al lema “del convento a casa”, el consumidor también puede, rellenando un simple cuestionario, comprar oraciones de los frailes o monjas ofrecidas en exclusiva a la persona que quiera destinarlas.

Se echa de menos, en la muy moderna y cuidada página web, la oferta de estancias en los monasterios. A muchos les han venido muy bien unos días de paz y serían muy recomendables en estos tiempos azorados y estresantes. El columnista Pedro G. Cuartango, asiduo de la hospedería de Silos y agnóstico confeso, recomendaba en una columna reciente a nuestros políticos que pasaran una semana de vez en cuando en algún convento, “para aprender de la austeridad y de su amor al prójimo”.

En una entrevista este domingo en un periódico de Burgos, el nuevo abad de Silos, Lorenzo Maté, coincide en señalar la pandemia como “una oportunidad para pensar, porque se lleva una vida demasiado ajetreada”. Entre sus sabias observaciones, destaca una tajante proclama: “La crisis actual es un toque de atención, pero no es un castigo divino”. En esta Navidad, libre de compromisos y con mucho tiempo libre, merece la pena darle una vuelta a las palabras del abad.

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