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Joaquín Rábago

El año de las mujeres

Un recuerdo para los miles de valientes anónimas que luchan por la libertad

El año recién acabado fue sin duda el año de las mujeres y no me refiero a la presencia de la alemana Ursula von der Leyen, de la georgiana Kristalina Georgieva o la francesa Christine Lagarde al frente de tan importantes instituciones políticas o financieras como la Comisión Europea, el FMI o el BCE.

Al fin y al cabo, esos nombramientos, como también el de la primera vicepresidenta de Estados Unidos, la demócrata Kamala Harris, con opciones de convertirse un día en la primera presidenta del país, fueron fruto de negociaciones y componendas entre partidos dominados por los hombres.

No, hablo sobre todo de las tres valientes mujeres que se han convertido, a su pesar, en la punta de lanza de ese gran movimiento popular que se manifiesta semana tras semana contra el autócrata bielorruso apoyado por Moscú Alexander Lukashenko.

Me refiero a esas otras decenas de miles de polacas que salen masivamente a protestar contra la restricción de las leyes de aborto decididas por un tribunal politizado. Y también a todas esas mujeres argentinas de todas las edades quienes, a fuerza también de masivas manifestaciones, lograron finalmente que el poder legislativo de su país aprobara finalmente un proyecto para que el aborto sea legal, como ocurre ya en el vecino Uruguay.

O a las mujeres de Hungría, que, pese a sus multitudinarias protestas, no lograron, sin embargo, para vergüenza de la UE, que el Parlamento de Budapest, dominado por el partido del autócrata Viktor Orbán, ratificara el convenio de Estambul, que busca “proteger a la mujer contra todas las formas de violencia”.

Me refiero asimismo a la joven ex abogada y reportera independiente china Zhang Zhan, condenada a cuatro años de cárcel por desafiar a las autoridades comunistas cubriendo el inicio del brote del coronavirus en Wuhan, que el poder trató de ocultar durante un tiempo a sus ciudadanos y al mundo.

O, aunque su asesinato con una bomba lapa colocada en su coche ocurriera en octubre de 2017, no deberíamos tampoco olvidar tan pronto a la periodista maltesa Daphne Caruana Galizia, que tanto hizo por que se conociera la corrupción en las esferas más altas del poder político y económico de su país.

Y hablo finalmente, de modo mucho más general, de todas esas mujeres de cualquier país del mundo obligadas a soportar la doble carga laboral y familiar por culpa del coronavirus, que ha obligado al cierre de tantas escuelas. Mujeres cuyo trabajo tanto dentro como fuera del hogar sigue estando por desgracia en todas partes infravalorado.

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