Hace muchos años, encontrar en el mismo reparto a tres grandes como Robert De Niro, Morgan Freeman y Tommy Lee Jones era una invitación a la esperanza: trío de ases que, a poco que tengan un guión decente y un realizador sensato y con oficio, sacarían adelante una función aceptable. Como mínimo. Pero los tiempos han cambiado mucho. Demasiado. Y ver a estos tres actores juntos invitar ahora a lo contrario: a temer lo peor. Y si bien es cierto que La última gran estafa no alcanza los niveles de mediocridad de títulos recientes del trío, sus resultados están muy, pero que muy lejos de la grandeza que hay en su filmografía. Hay que agradecer a George Gallo de carrera poco menos que invisible) que ninguno de ellos se pase de la raya: no estamos ante un festival de muecas, al que tan acostumbrados nos tiene últimamente De Niro en su empeño por destruir su legado con películas cada vez peores. El cine dentro del cine ha dejado alguna que otra joya (Hank, sin ir más lejos) pero no es el caso: es una comedia razonablemente entretenida, con algún que otro detalle inteligente, y con moderada sensiblería que no llega a ser un incordio. Desde luego, su apacible y rutinario resultado no levantará las carreras de sus protagonistas ni ayudará a las salas a salir de la cada vez más dramática crisis que sufren.