Según un reciente informe del Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral, organismo intergubernamental que financia la Unión Europea, casi la mitad de los gobiernos democráticos ha puesto en marcha, para combatir al coronavirus, medidas calificadas de “ilegales, desproporcionadas, indefinidas e innecesarias”. En el caso de los países con regímenes totalitarios, el porcentaje crece hasta el noventa por ciento.
Trump es un ejemplo de los excesos del totalitarismo y de cómo algunos gobernantes utilizan la irracionalidad de las redes sociales como vehículo eficiente de transmisión de sus vomitonas. El jaleador del asalto al Capitolio y los gobernantes de mando autoritario coinciden en algunas señas: rechazan las reglas de juego democráticas; niegan la legitimidad de sus oponentes; toleran o alientan la violencia; son favorables a restringir las libertades civiles y atacan la independencia de los medios de comunicación. Piensen si en nuestro país hay políticos que podrían dar positivo en este test de totalitarismo.
Mientras los ciudadanos tengan valores democráticos, la democracia estará protegida. Solo cuando la ciudadanía esté dispuesta a prestar oídos a llamamientos autoritarios, la democracia caerá herida. Y parece que han empezado a silbar las primeras balas...