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Mascarada providencial

Todos los golpes de Estado tienen una operativa parecida. El libreto seguramente era, en este caso, que Trump triunfaba en Georgia, una inmensa multitud ocupaba Washington, el vicepresidente Pence se arrugaba y de momento la victoria de Biden quedaba en veremos. Un golpe, sí, pero de otro modo. Sin embargo, las piezas se fueron viniendo abajo una tras otra, y al final solo había una multitud no muy grande fuera del Capitolio y dentro unos legisladores a punto de dictar la orden de desalojo de Trump. Había que parar tal cosa como fuera, y eso se hacía ocupando el Congreso. De momento lo lograron con extraña facilidad, pero aquella fauna carnavalesca era demasiado para el consumidor republicano medio. Igual que el 23F en España, la zafiedad del asalto dejó ver el rabo y los cuernos de lo que había detrás. Puede que aquel lunático de cuernos de bisonte haya salvado la democracia americana.

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