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Una tragedia evitable

La necesidad de protección en una carretera propicia para las avalanchas

No cabe apelar a una irremediable desgracia o a una catástrofe natural impredecible o no mitigable para justificar un fallecido y un desparecido en la carretera autonómica que da acceso al puerto de San Isidro. Tragedia dramática que, seguramente, pudo haberse evitado.

Las laderas de buena parte del trazado de esta vía reúnen unas condiciones idóneas para la generación de aludes que, a menudo, arrastran materiales parte del terreno de las mismas haciéndolos, si cabe, más destructores.

Trabajos académicos de los departamentos de Geografía y de Geología de la Universidad de Oviedo, tras analizar las múltiples variables (topográficas, geológicas, meteorológicas, etc.) que concurren en su desencadenamiento, identificaron y concretaron en los últimos años los puntos problemáticos de esta carretera donde son frecuentes las avalanchas de nieve. Fenómenos, por otro lado, muy estudiados, recurrentes en el tiempo y en el espacio, que nada tienen que ver con el azar, ni con lo imprevisible. Lugareños, profesionales y aficionados a los deportes de invierno o montañeros, entre otros muchos, también vienen advirtiendo desde hace mucho tiempo del peligro por aludes de esta transitada subida a San Isidro y, en especial, del lugar donde se produjo la fatal avalancha, así como de otros puntos cercanos.

En España existen varias zonas donde los aludes son mucho más usuales y también más severos que los que ocurren en Asturias; es el caso del Pirineo aragonés y del catalán, comarcas donde han aprendido a convivir con este proceso natural, a pesar de su mayor frecuencia y magnitud. Lo han hecho a través de su estudio, del empleo de técnicas de predicción y de los sistemas de mitigación. En conocer las zonas donde se originan, en identificar las variables meteorológicas que los desencadenan o en implementar medidas de mitigación (reforestación, barreras, viseras antialudes, etc.) reside su éxito.

Cabe preguntarse por qué en Asturias prestamos poca atención a estos fenómenos y por qué en cuestión de días nos habremos olvidado de esta tragedia. Ahora mismo, es momento de trabajar para localizar a la persona desaparecida y acompañar a las familias en su inmenso dolor. Luego, a quienes competa, tocará responder a las múltiples incógnitas que rodean esta tragedia: ¿por qué no se ejecutaron más viseras antialudes ni estaba previsto construirlas?, ¿por qué las escasas barreras ubicadas en algunas laderas estaban dañadas desde hace tiempo y sin mantenimiento?

Si se desea mantener abierta al tráfico esta carretera en condiciones invernales, es necesario dotarla de las medidas de protección necesarias. Ello habría permitido evitar esta terrible tragedia.

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