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Tino Pertierra

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Tino Pertierra

Cuando el destino nos alcance

Clooney se esfuerza demasiado por ser profundo y solemne en una obra apocalíptica que gana enteros cuando se centra en el drama más íntimo

“Yo solo señalo”. Augustine tiene muy claro que su misión en esta vida no es especial aunque maneje horizontes espaciales. Científico solitario, aislado en un Ártico convertido en el último rincón de la Tierra al que llegará el Apocalipsis, su último trabajo en esta vida consiste en contactar con una nave espacial de regreso a un planeta que tiene los días contados. Tiene malas noticias para Sully (Felicity Jones) y sus compañeros: si vuelven morirán como el resto de los humanos, si dan media vuelta en busca de un mundo habitable, la raza humana podría tener una posibilidad de evitar la extinción total. Pero Augustine (Robinsón sin esperanza pero con un propósito último que tiene algo de heroísmo íntimo) no logra conectar con los astronautas así que se embarca en una aventura exterior donde encontrará todo tipo de obstáculos y luchará por su vida en condiciones infernales. Con una sorpresa: la presencia de una persona con la que no contaba.

Es normal que George Clooney se enamorara del hermoso libro de Lily Brooks-Dalton (Blackie Books) que narra esta historia de finales y principios aunque nos hurte un desenlace y opte por un cierre abierto que a algunos lectores puede incomodar, o decepcionar. Clooney convierte el original literario en una apuesta arriesgada, y sin duda admirable, en busca de un marchamo de seriedad que le consolide como cineasta comprometido y serio. Sus propósitos se traducen en una solemnidad argumental sin fisuras en el bloque dedicado a la experiencia ártica, visualmente hermosa en su austeridad, con una presentación excelente del protagonista en su soledad gélida, sin más datos sobre su pasado que algún flashback con el que ayudar a la irrupción de un personaje enigmático.

Cielo de medianoche, muy favorecida por la música del gran Alexandre Desplat, mantiene un buen nivel cuando asistimos a la cotidianeidad del astrónomo tanto en zona segura como en áreas de riesgo extremo (magnífica escena en la que tiene que tomar una decisión drástica sobre una vida humana). Y el esfuerzo interpretativo de Clooney, sepultado bajo una barba selvática, ayuda al espesor dramático.

Es una lástima que esas buenas intenciones creativas se vean perjudicadas, y en algunos casos truncadas, por el bloque argumental que transcurre dentro de la nave espacial. Las peripecias de los astronautas se adhieren al cliché del género hasta rozar el tedio en más de un momento, solo desactivado en un emocionante y poético punto y final con sorpresa incluida.

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