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Automutilados

Antiguamente se echaba la culpa de las calamidades al castigo divino, y hoy al Estado en sus diversas formas. No se le acusa de la caída de una gran nevada (por otra parte anunciada), pero sí de sus efectos, como si el sistema debiera tener medios para cubrir todos los riesgos de una situación calamitosa, por improbable que sea. En el centro de Alemania casi todo sigue funcionando cuando cae una nevada como la de Madrid, pero allí puede ocurrir todos los inviernos más de una vez. En los países que aún tienen inviernos de verdad tampoco hace falta decirle a la gente que no debe salir si no es imprescindible, porque todos lo saben. La gente tampoco colapsa las carreteras altas para gozar de la novedad, porque no lo es. Aunque siempre haya imprevisiones y errores de los que protestar, esas imputaciones al sector público de todo mal dan la medida de lo inválidos que nos hemos hecho.

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