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Susana Solís

Necesitamos acelerar (y mucho) la vacunación

El papel de la ciencia y la política en la lucha contra la pandemia

La prioridad absoluta en 2021 tiene que ser vacunar a la población con la mayor celeridad posible. Cada día de retraso es un peaje de nuevos infectados que no nos podemos permitir. Por el momento, es evidente que no hemos arrancado con el vigor necesario. En España apenas llega al medio millón el número de dosis administradas, aunque ya han pasado más de tres semanas desde la aprobación de la vacuna de Pfizer. 

Hay que decir que tenemos excepciones estimulantes: Asturias, con un plan inteligente y eficaz que agota las dosis disponibles, trabaja todos los días de la semana y festivos y organiza los equipos con rapidez y criterio, está a la cabeza del número de vacunas administradas. Pero, en conjunto, las cifras españolas son decepcionantes. Por desgracia, se repiten en otros países europeos, y contrastan con lo que está ocurriendo en otros sitios, como Israel. 

Acelerando la vacunación.

Acelerando la vacunación.

Hace falta que las administraciones públicas mejoren estos números de forma significativa. Por los ciudadanos, claro, y por el heroico personal sanitario; pero también por los pequeños comercios, la hostelería o los autónomos que, mientras sufren el cierre de sus negocios, ven que la campaña no avanza, y eso es un drama más para sus ya castigadas economías.

Si estamos de acuerdo en que este es un problema fundamental de los europeos y de la economía, creo que es imperativo declararlo una prioridad de la UE: situarlo, por lo tanto, en el centro de la actividad de las instituciones. Por eso, el grupo Renew de los liberales europeos vamos a proponer un debate en el pleno del Parlamento y asegurarnos de que hacemos todo lo que podamos para que el proceso de vacunación dure lo menos posible.

¿Cómo se traduce esto? Hablamos de cuatro líneas de trabajo: el papel de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), el incremento de la producción de las vacunas, el apoyo a la investigación y las medidas para asegurar una información precisa y veraz.

Respecto a la primera línea, es justo reconocer que tanto la EMA como la Comisión Europea están haciendo un esfuerzo admirable. En apenas pocos días, las instituciones correspondientes han dado la aprobación a las vacunas de Pfizer y Moderna y autorizarán, antes de final de enero, la de Oxford, que acaba de enviar su solicitud.

Además de demostrar agilidad, es necesario que la EMA siga liderando e informando la labor de las autoridades sanitarias. Por ejemplo, sería muy útil que la agencia recabe la información necesaria para determinar si, como parece en el caso de la vacuna de Pfizer, es factible incrementar de forma segura el número de dosis por vial. Esto contribuiría a incrementar el número total de vacunas ya disponibles. También sería conveniente que la EMA explique su posición sobre algunos aspectos técnicos, como el período máximo entre las dos dosis, y que nos haga llegar recomendaciones que optimicen el proceso de inmunización.

La Comisión –lo más parecido que tenemos al Gobierno europeo– debe trabajar con las farmacéuticas para incrementar la capacidad productiva. Es urgente multiplicar el número de vacunas. En Europa tenemos empresas muy especializadas que pueden adaptarse al proceso de producción, pero que necesitan apoyo e incentivos. En España hay algunos ejemplos: es el caso de Rovi, que participa en el proceso final de envasado de las vacunas, o Biofabri que ha llegado a un acuerdo para la producción de la vacuna de Novavax. Identificar este tipo de empresas, escuchar y comprender sus necesidades y brindarles ayuda es clave para evitar que falten dosis cuando se incremente el ritmo de vacunación.

Asturias, con un plan inteligente y eficaz que agota las dosis disponibles, está a la cabeza del número de vacunas administradas

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Será crucial, en tercer lugar, mantener el apoyo a la investigación para seguir luchando contra el virus. Tenemos que respaldar los estudios científicos para profundizar en el conocimiento del virus, su transmisión y el proceso de inmunización. Nos hace falta ahora, pero, sobre todo, nos ayudará en el futuro, para entender mejor, por ejemplo, los riesgos que conllevan las mutaciones, si afectan a las vacunas actuales y, en ese caso, qué soluciones hay que buscar.

En último lugar, es muy necesario que Europa, de forma coordinada, garantice la mejor información sobre las vacunas. La transparencia es la mejor medicina, contra las dañinas teorías conspirativas y para fomentar la confianza en la UE. La Comisión y la EMA deben comunicar mejor a los ciudadanos, explicarse más y contrarrestar la desinformación. De ello depende, en buena medida, ganarse la confianza de la gente y favorecer el proceso de vacunación.

Finalmente, recordemos que no todo depende de Europa. Los países y las administraciones deben organizarse para acelerar el acceso a las vacunas. Tiempos excepcionales exigen medidas excepcionales. Lo digo porque en España nos queda aún mucho camino por recorrer. Estamos acelerando, pero no lo suficiente: para que haya quince millones de personas inmunizadas en junio, deberíamos estar vacunando a un millón y medio a la semana. 

Desafortunadamente, estamos muy lejos de esos números. Hay que reaccionar ya. La ciencia y la investigación nos dieron, a finales de 2020 y para asombro de todos, la solución a la pandemia. Ahora está en manos de nuestras administraciones públicas que la solución al reto de salud y económico que condiciona nuestras vidas llegue lo antes posible.

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