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Fernando Miranda

Segunda oportunidad

La ley Concursal para particulares y autónomos

De entre las enmarañadas espesuras del bosque normativo que es el derecho mercantil, surge un claro llamado ley Concursal al que acuden algunos particulares y autónomos para acogerse al mecanismo llamado de la “Segunda Oportunidad”. Se trata de una fórmula legal que permite a los concursados con problemas de insolvencia quedar exonerados de parte o la totalidad de sus deudas, siempre, claro está, que cumplan con unos determinados requisitos. Una legislación muy técnica pero que tuve la oportunidad de escuchar exponer de manera muy didáctica al magistrado mierense Rafael Abril Manso, que afronta con exquisita profesionalidad desde su juzgado de Gijón los numerosos procedimientos concursales que hasta su despacho le llegan.

Esta ley es un precepto poco conocido pero tremendamente beneficioso para muchos ciudadanos, que ven con ella la posibilidad de iniciar una nueva vida sin cargas imposibles de sobrellevar. Emprendedores que fracasan a los que se les permite renacer con un nuevo proyecto o avalistas que, de buena fe, pusieron su patrimonio como garantía para que terceros pudieran salir adelante. El fracaso forma parte del juego de la vida y cuando la Justicia tiende la mano para poder rehacerla, cambia un relato de irrelevancia por otro de dignidad personal. Ahí es nada: poder ser escuchado cuando más lo necesitas para volver a empezar.

La coctelera de 2020 disparó muchas situaciones contrapuestas, como el consumo de internet, la algarada negacionista, la dependencia de la ciencia, el cambio tecnológico, la crispación social y política, el teletrabajo o, incluso, la solidaridad. El año recién iniciado hereda lo bueno y lo malo del anterior, colocándonos a todos, sin excepciones, en un gran diván donde pese al torbellino, no debería haber callejones sin salida. Desconozco si seremos capaces de entender el mundo que se nos viene ahora encima, ya que los cambios que teníamos previstos para una década los estamos abordando por la vía de urgencia y sin tiempo casi para respirar.

Entre tantos sentimientos desnudos, entre tanta incertidumbre, es difícil mantener una visión clarividente, aunque sí es cierto que cuando las cosas mejoran, las expectativas suelen aumentar. Entre los centenares de miles de viales de vacunas parece llegar esa solución colectiva que dará paso –se supone que cuanto antes– a la recuperación económica. Hay demasiados proyectos dañados que viven de los contactos y los abrazos perdidos por la cara amarga de la globalización. Familias emprendedoras que tienen unos meses muy duros por delante o, en el peor de los casos, negocios amenazados por la quiebra. Es frustrante pasear por calles comerciales plagadas de escaparates vacíos que solo muestran emociones cortadas de cuajo por una persiana. Hemos de aprender que individualmente somos poca cosa y reconocer que tenemos ante nosotros una nueva oportunidad: la de proporcionar una respuesta colectiva a nuestras necesidades como sociedad. Un consuelo práctico para el insomnio y las pesadillas de los que no tienen altavoz para ser escuchados.

No conocía la Ley de Segunda Oportunidad pero sí sabía que, con independencia de su aplicación, en este país se dieron créditos irresponsablemente a muchos ciudadanos durante mucho tiempo. La solución generó el problema aunque se revistiera de panacea y normalidad. Inmersos en el histórico plan de vacunación, ahora es una gran ocasión para inmunizarnos, sin distinciones, con un mismo antídoto contra nuestro mal pandémico. Todo un éxito como sociedad. Qué pena que no nos podamos inyectar al tiempo un suero que nos haga ver la verdadera realidad social sin maquillajes. Sería un sueño que de esta dejásemos atrás los compartimentos estancos, frentismos y trincheras partidistas para que empezara, por fin, la desescalada del ominoso “sálvese quien pueda”.

Porque la sacudida de la covid ha acrecentado la brecha de la desigualdad y no toda la ciudadanía –ni mucho menos– la está padeciendo por igual. Son muchos, desgraciadamente, los que no tendrán esa segunda oportunidad. Acaso ni una primera.

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