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Echaba de menos Moscú, ha dicho

Cuando empiezo a escribir esto tengo delante en la pantalla, en directo, a Alexéi Navalni, tras aterrizar el avión que le llevó a Moscú desde Alemania, donde fue tratado in extremis de la neurotoxina de uso militar con la que había sido atacado en Rusia. No puedo saber lo que dice, pero si no dijera nada el efecto aún sería mayor. Aparenta una extraña tranquilidad, pese a que, tras haber acusado a Putin del ataque, y la coartada de este (que si su gente lo hubiera hecho habría llegado hasta el final) no haya muchas razones para tenerla. La de Navalni es una demostración de fuerza, la que aún tiene la propia vida cuando uno la echa en la mesa como aval de unas convicciones. Había escrito otro billete para hoy y lo he cambiado a toda prisa, un humildísimo homenaje a Alexéi, pero también a la actualidad más viva y cercana. Cambio el artículo otra vez tras enviarlo: ya ha sido detenido.

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