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Pido la cuenta

La necesidad de más unión en la hostelería para afrontar la crisis

El 28 de noviembre decidí iniciar una protesta por mi cuenta, en defensa del sector al que pertenezco, el hostelero, al que las medidas adoptadas por el Gobierno del Principado para frenar la pandemia están perjudicando gravemente. Entonces me planté delante de la Junta General con mi caja protesta, en la que pasé 12 horas al día y de la que prometí no moverme hasta que permitieran reabrir nuestros negocios. Yo tengo dos en Siero, con una veintena de trabajadores afectados por los continuos cierres y restricciones que me han provocado la pérdida de miles de euros. El 13 de diciembre abandoné la protesta, cuando el Principado permitió de nuevo reabrir a bares y restaurantes de cara a Navidad.

Pero la situación que nos han impuesto para desarrollar nuestra actividad (aforos limitados, barras suprimidas, etcétera) me incitó a retomar la protesta. Así lo hice el 4 de enero. Todo con la idea de llamar la atención por la mala situación que atraviesa el sector y sus profesionales, que con el agua al cuello necesitan urgente un plan de ayudas económico, al estilo de los que se han hecho en otros países de Europa, que les permita afrontar el bajón de actividad derivado de las medidas adoptadas para frenar el covid. Los hosteleros no podemos solos soportar las pérdidas económicas que nos provocan las condiciones impuestas por los gobiernos central y regional, sino que la Administración pública debe habilitar una línea de ayudas económicas cuanto antes. Nunca he negado que sea necesario cerrar los bares ni me he puesto a opinar de cuestiones sanitarias. Si los expertos lo dicen, será así. Lo único que pido es que se compense de alguna forma a la hostelería.

Este viernes 22 de enero pongo fin a la protesta. En parte, porque prolongarla no va a suponer que me hagan más o menos caso. Lo que quería ya lo logré: demostrarme a mí mismo y al resto que puedo y sé luchar por lo mío. Parado en casa no me voy a quedar. Ahí he estado 35 días, 12 horas diarias, defendiendo mis negocios. También lo dejo porque tengo un principio de neumonía (han sido varios los temporales soportados en la caja y bajo el paraguas).

Me voy con cierto disgusto por la división que vive la hostelería asturiana en general, repartida en distintas plataformas, asociaciones... Me hubiera gustado más unión (de la verdadera) y más iniciativas conjuntas para llamar la atención sobre que si seguimos así vamos directamente a la ruina. Esto no ha podido ser.

No obstante, a nivel particular, he recibido un sinfín de apoyos, visitas de compañeros de oficio que me han animado las largas jornadas. También los vecinos y los paseantes en general se han portado magníficamente conmigo. Por supuesto, no quiero olvidar a mi familia, por su paciencia y su apoyo incondicional, con mención especial a mi padre, Eusebio, que me vino a ver en varias ocasiones. Gracias a todos de veras.

Como se dice habitualmente en los bares y restaurantes, pido la cuenta y me voy.

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