El punto de partida es alarmante: ¿otro drama sobre la condena de una enfermedad que arrasa con todo y pone al descubierto los pliegues más íntimos y perturbadores de un matrimonio a la deriva? Sí, en parte, pero Hope se sacude de encima en cuanto puede los fardos convencionales del sentimentalismo y se dedica a hurgar con pausada (parsimoniosa, a veces) meticulosidad en heridas que los desgarros vitales convierten en radiografías (o espejos) de convivencias en ruinas y destinos desmantelados. Dos interpretaciones extraordinarias y un tramo final soberbio.
Crítica de cine