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El mundo de Velázquez, en el Bellas Artes

La pinacoteca regional estrena un depósito permanente del Prado, un retrato del príncipe Baltasar Carlos, del taller del autor de “Las Meninas”

A partir de hoy, los apasionados de la pintura podrán deleitarse en el Museo de Bellas Artes de Asturias con una obra muy especial. En la sala número 3, sita en la primera planta del Palacio de Velarde, el visitante encontrará expuesto, de manera permanente, el retrato que lleva como título “El príncipe Baltasar Carlos”, del taller de Velázquez, un depósito del Museo Nacional del Prado con el que la Pinacoteca asturiana enriquece su colección de pinturas antiguas de manera espléndida. El hecho es, ciertamente, para celebrarlo, pues con el ingreso de esta pieza nuestro Museo completa la representación de la pintura barroca madrileña en todas sus etapas y se convierte, con otros recientes acopios, en uno de los centros más importantes de conservación, investigación y difusión de la gran pintura española de la Edad de Oro.

El retrato recién llegado, un óleo sobre lienzo de 158 x 113 cm, representa a Baltasar Carlos de Austria (Madrid, 1629-Zaragoza, 1646), hijo del rey Felipe IV y de su primera esposa Isabel de Borbón. El cotejo con otros retratos velazqueños de este mismo niño y la edad que trasluce el personaje en el ejemplar recibido –unos siete años–, permite datar cuadro hacia 1636.

El mundo de Velázquez, en el Bellas Artes

La mayor parte de los retratos de este Príncipe, que falleció muy joven a causa de la viruela, están vinculados, en efecto, a la actividad de Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660) y su taller. Es el caso de la pieza que, relacionada con otra versión de colección privada británica, expone ahora el Museo de Bellas Artes de Asturias. En la obra aparece el heredero de la Corona española en pie y de cuerpo entero, posando en un sobrio interior palaciego de pavimento ajedrezado. El niño, protegido y dignificado por un amplio cortinaje de color rojizo-anaranjado, luce un traje negro con bordados dorados, similar al del célebre retrato ecuestre pintado por Velázquez para el Palacio del Buen Retiro. Baltasar Carlos mira fijamente al espectador, mientras sujeta con la mano derecha un arcabuz de caza y apoya la izquierda en el pomo de una espada. A sus pies descubrimos el sombrero, colocado en un cojín. Un mirador permite ver un paisaje montuoso, con un boscaje evocador del Monte de El Pardo y, al fondo, resuelta en perspectiva atmosférica, la Sierra de Guadarrama. La interpretación de la figura, de primorosa cabeza; la concepción del espacio, al igual que la ágil pincelada de los bordados del traje, evocan fielmente el estilo de Velázquez. En la pintura, son apreciables algunos pentimenti o arrepentimientos que afectan al cortinaje.

Como ha recordado Javier Portús –jefe de conservación de pintura española hasta 1800 del Museo del Prado–, la presencia de motivos de caza en estos retratos áulicos no refleja sólo una mera afición, sino que apunta también a serias implicaciones políticas. De esta manera, debido a la relación que había entre la actividad cinegética y la guerra, los retratos del Príncipe en estos contextos tenían la función de advertir acerca de las responsabilidades militares que aguardaban al futuro gobernante. En este sentido, un curioso frontispicio calcográfico estampado en vitela e iluminado, obra del grabador flamenco Cornelis Galle II, enaltece a Baltasar Carlos como un hábil cazador infantil, capaz de abatir a tiros nada menos que a un jabalí y a un toro.

Estos retratos de corte servían, asimismo, para difundir la imagen del Príncipe español dentro y fuera del reino. Al igual que las mediáticas imágenes actuales, eran elementos insustituibles en la propaganda política. La práctica diplomática también hacía uso de ellos.

Durante el siglo XIX, el retrato velazqueño que nos ocupa se reprodujo dos veces en sendas estampaciones: La primera, una aguatinta litográfica de 1832-36, a cargo de Juan Antonio López; y la segunda, un aguafuerte de 1874, firmado por Bartolomé Maura.

El lienzo El príncipe Baltasar Carlos formó parte de la exposición “Austrias y Borbones”, celebrada durante el último trimestre de 2019 en el Museo de Bellas Artes de Asturias. También ha estado expuesto en México, Madrid, Ámsterdam y en la sede del Museo del Louvre en Lens. Ahora vuelve al Museo asturiano, en un montaje especial que lo afronta de manera sobrecogedora al “Retrato de Carlos II a los diez años”, de Juan Carreño de Miranda. Los dos niños, medio hermanos, dialogan. A su vez, el genio sevillano conversa con el artista asturiano que lo sucedió en el cargo de pintor de cámara.

Nuestra bienvenida más entusiasta para El príncipe Baltasar Carlos. En mi opinión, lo excelente es conseguir grandes obras de arte para Asturias y procurar, a la par, que no se vayan las que ya están aquí, pues es sabido, al menos por aquellos que huimos de la barbarie, que una inteligente combinación de fuerzas culturales, formativas, sociales y económicas, cimentan la riqueza y el bienestar de cualquier comunidad.

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