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Los santos inocentes

La gran noticia sobre la vacuna no es, para mí, la gente que se cuela (una vergüenza), ni la merma del suministro por las grandes farmacéuticas (que apesta a especulación), sino la drástica caída de la mortandad en las residencias de ancianos. Encerrados, aislados de la familia, invisibles, impedidos para toda acción de protesta y condenados a un gotear de muertes casi a chorro, son el primer círculo de víctimas propiciatorias. Una vez cese la sangría, lo decente no sería darles un homenaje, sino tomar plena conciencia de lo ocurrido, a partir de una información exhaustiva. La exigencia de responsabilidades seguirá su curso, y también las medidas correctoras, pero no hablo ahora de esos paliativos en última instancia morales, sino de SABER y de NO OLVIDAR. Ni siquiera es algo que les debamos a los muertos, sino algo que nos debemos los vivos para seguir sintiéndonos humanos.

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