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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

Hermanas de sangre

La nueva versión de “Las criadas” cuenta con dos actrices pletóricas sobre una escena tan aséptica como quirúrgica y con una partitura inquietante

Lo de ser quien nunca vas a llegar a ser es el motor del teatro. Desde que el teatro es teatro. Lo puedes llamar “performance” o “ceremonia”. Como somos un cuento, está superbién cambiar el argumento de buenas a primeras. Eso es lo que les pasa a Solange y a Claire, las dos criadas que titulan la primera tragedia de Jean Genet, escritor obrero, protorrealista sucio, delincuente a ratos, con desvelos existencialistas de la edad atómica Jean-Paul Sartre, Jean Cocteau y Pablo Picasso mediante. Un escándalo en mitad de los cuarenta: pequeñoburgués en el presente.

Luis Luque presentó antes de anoche en el auditorio del Centro Niemeyer su particular versión de la tragedia de Genet: con dos actrices pletóricas y con un actor tan sobrepasado como la propia Señora a la que alumbra sobre una escena tan blanca como un quirófano aséptico (de Mónica Boromello), con unas criadas embutidas en equipos de protección individuales (EPI) tal cuales una pandemia hubiera invadido la tierra (cosa de Almudena Rodríguez Cuevas).

La partitura original (de Luis Miguel Cobo) es inquietante. Y lo es más cuando subraya cada monólogo ahogado de odio y destrucción que componen las dos protagonistas, las dos hermanas apartadas de la sociedad, de la vida, del amor, las dos mujeres que juegan a ser una señora despreciable.

El suelo de la sociedad quiere ser techo para poder pisar a quien se quede abajo. Genet dibuja un mundo agotado y sin esperanza que los espectadores originales –los que salieron de la II Guerra Mundial– vieron como una vuelta a un sistema que empezaba a mover sus ruedas tras los años muertos de una Europa carcomida. Eso, el contexto en que nació, ha cambiado, pero siempre está bien quedarse en el mundo para ver que dos actrices tremendas te lo señalan.

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