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Fernando Granda

Tunicia añora su primavera

El décimo aniversario de la revolución árabe

Las contradicciones sobreviven en el país socialmente más moderno de África. Túnez, la Tunicia entre Argelia y el territorio que un tiempo fue el estado de Libia, conmemora el décimo aniversario de la Primavera Árabe entre la represión de las manifestaciones de adolescentes y los cambios de Gobierno: nueve jefes de Gabinete se han sucedido en estos diez años. La última crisis ha tenido lugar a mediados de este reciente enero con el cambio de doce ministros, siendo la tercera modificación de Gobierno en unos doce meses, con cuatro ministros de Sanidad desde el comienzo de la pandemia.

En un país de once millones y medio de habitantes, con casi seis mil muertos a causa de la pandemia, con crisis gubernativa casi permanente y el persistente incumplimiento de las promesas de la llamada Primavera Árabe de hace ahora diez años, los dirigentes de los más importantes partidos siguen manifestando que no saben el porqué de las manifestaciones. En ellas participan jóvenes de entre 15 y 25 años, nivel de edad con más de un 35% de desempleo. Pero las reclamaciones son claras: “el pueblo quiere que caiga el régimen”, gritaban los jóvenes el sábado 30 mientras el Gobierno desplegaba el Ejército por las principales poblaciones del país.

Tras las concentraciones de protesta, con miles de participantes, la policía ha detenido a más de mil personas. Fuentes que analizan políticamente la situación inciden en el recuerdo de la humillación y la impotencia que se conoce como “hogra”, que inició las primeras protestas de 2011 y que hace unos días, el 14 de enero, se rememoró cuando fue apaleado por la policía un pastor que pasó con su rebaño de ovejas delante del edificio del Ayuntamiento de Siliana, al noroeste del país.

Los participantes en las manifestaciones, que se han extendido por todo el Estado, son jóvenes sin afiliación política o sindical, mayoritariamente sin formación, también estudiantes de liceos y grupos de ultras deportivos, que generalmente van en babuchas. Informaciones de la agencia France Press y de medios de locales recogen sus reivindicaciones que van en el sentido del abandono económico, la miseria en los barrios y contra la corrupción. El grito que se oye en las calles es “trabajo, libertad y dignidad”.

El país es socialmente quizá el más adelantado del continente africano. Desde su independencia de Francia en 1956, en Túnez las mujeres gozan de una libertad que aún hoy no existe en otros países árabes. Por la Ley Electoral en Túnez, las mujeres deben ocupar el 50% de las candidaturas de los partidos. Lo que no quiere decir que la condición femenina no sufra legalmente porque no están castigados los llamados crímenes de honor, tampoco la violación dentro del matrimonio es delito y la Constitución no persigue a los hombres que se casen con la mujer que han secuestrado ni el tráfico de mujeres para la explotación sexual.

Habib Bourguiba, primer presidente de Túnez, abolió la poligamia, estableció el derecho de las mujeres a divorciarse y a la educación. Al asumir el poder empujó a los padres a enviar a sus hijas al colegio, y llegó a calificar el velo islámico como “ese trapo sucio”. Pero en los 65 años transcurridos desde la independencia las cosas han cambiado poco o han ido a peor. La democracia ha retrocedido, los gobernantes se han fortalecido con un poder casi omnímodo y la corrupción ha alcanzado altas cotas. Desde los enfrentamientos del pasado 14 de enero son cerca de 1.500 los jóvenes detenidos. En los últimos meses más de 13.000 huyeron por mar hacia Italia, muchos otros lo hacen desde hace tiempo hacia otras zonas de Europa a través de Argelia –parece que varios cientos de tunecinos permanecen bloqueados en Melilla desde hace casi dos años– y el abandono escolar alcanza decenas de miles de estudiantes… Datos así revelan que el único país que vio triunfar la primavera de 2011 no ha avanzado ni en política democrática ni en política social. Un dicho popular señala que “si no hay evolución viene la revolución”. Y Tunicia añora su primavera.

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